24 de septiembre de 2012

Diecinueve


“Hoy hace un buen día.”

Cuando desperté, de la primera cosa que fui consciente fue de como subía y bajaba el pecho de André mientras respiraba.
No sé cuánto tiempo me quedé quieta ahí, disfrutando de cómo se sentía poder estar a su lado sin ningún tipo de preocupación: Sin sentirme cruel, ni estafada, ni que le hacía daño a alguien más.
La sensación de paz duró hasta que me di cuenta que estaba realmente oscuro fuera.
Me levanté de golpe y fui hasta mi bolso para poder ver la hora en mi celular. Era más de media noche. Mi mamá me mataría. Tenía que hacer rápidamente una inspección de daños.
Marqué el número de Lore lo más rápido que mis dedos lo permitieron.
—¿Aló?
—¿Te desperté? —le hablé en susurros. Sentí a Lore aclarar su garganta a través del teléfono—. Lo siento. ¿Te ha llamado mi mamá?
—Nada. ¿Por qué? —hizo un silencio como tratando de adivinar dónde estaba—. ¿Por qué me susurras?
—Después te explicó —le dije mientras miraba como André comenzaba a levantarse de la cama y a caminar hacia mi lado—. Si llega a llamarte o cualquier cosa, estamos en tu casa repasando para… para algo de Epi, ¿está bien?
—No pienso taparte si no me dices donde mierda estas.
Ah perfecto, y se hacen llamar amigas.
—Estoy dónde André —le dije entre dientes.
—Aaah. Ok —puso esa voz de “mama regañona” pero no me dijo nada más—. Cualquier cosa yo te cubro.
—Gracias amiga, nos vemos.
Y colgué sintiéndome terriblemente culpable sin saber por qué.
André se colocó detrás de mi y abrazó mi cintura con sus brazos y apoyó su mentón en mi hombro.
—Hola bonita.
Su saludo envío un escalofrío por toda mi espalda y se sintió bien, me estaba acostumbrando a sentirlo.
—Hola.
Incliné mi cabeza hacia un lado para poder darle un beso.
Fue sólo un roce, como esos besos que se dan las parejas que llevan años y años juntos y están tan acostumbrados a ese tipo de saludo. Mi corazón se aceleró diciéndome que sentir eso era peligroso. Mucho.
—¿Qué hora es?
—Las doce veinte.
Me separé de su abrazo a regañadientes y fui a buscar mis zapatos. Me senté en la cama y comencé a ponérmelos.
—¿Qué se supone que haces?
El sonido casi molesto de su voz hizo que levantará mis ojos. Ladeé mi cabeza y apunté a mis pies.
—Me pongo mis zapatos.
—Veo lo evidente. Mi pregunta es, ¿para qué lo haces.
Enarqué una ceja y lo miré divertida.
—Ah, gracias. Si quieres que me de Neumonía por llegar a mi casa con los pies descalzos, perfecto por mi.
La esquina de su boca tembló cuando trató de esconder una sonrisa, tratando de seguir con esa imagen de chico agresivo que me estaba mostrando.
—Tú no te vas a ninguna parte.
Me dio la risa tonta, esa que me da cuando me pongo nerviosa de golpe. No estaba dentro de mis planes quedarme con él aquí.
—¿Quién dice que no me voy?
—Yo, y mi palabra es ley —se acercó hasta la cama y se arrodilló frente a mi y comenzó a sacarme los zapatos—. Así que señorita, le recomiendo que se ponga cómoda, puedo facilitarle un pijama si así lo requiere —me puse roja de golpe y él se rió—. Ay Chia, eres increíblemente ingenua a veces. Se levantó y me dio un beso en la frente—. No sé tú, pero yo necesito comida, te espero en la cocina.
Caminó hasta su closet y tomó un par de pantalones de buzo, una polera y un polerón, y los dejó a mi lado en la cama. Volvió a inclinarse, me dio un beso más y salió por la puerta.
Miré la ropa como si fuera a evaporarse de un momento a otro. Esto era ya muy íntimo y mi corazón dijo que lo más seguro era salir corriendo por la misma puerta que él había salido.
Cerré mis ojos y me concentré en desalojar todas esas estúpidas preocupaciones de mí. Pero por más que traté de relajarme no podía. Había algo dentro de mi que me decía que esto era extraño, que no era normal, que tenía que temer. Que iba a salir herida. Todo este último tiempo había sentido un nudo de nervios en la boca de mi estómago y parecía decidido a no moverse de ahí.
Tomé un respiro profundo y me obligué a tomar la ropa e ir al baño para cambiarme.
Cuando terminé de cambiarme, la persona que vi en el espejo tenía las mejillas sonrojadas, los ojos felices y una ropa que era el doble de tu tamaño. Me reí y salí del baño en dirección a la cocina.
Me asomé por una esquina de la puerta de la cocina y vi como André cantaba y bailaba mientras hacía unos huevos revueltos. Se veía relajado, su felicidad era contagiosa.
Entre sigilosamente para tratar de asustarlo pero se dio vuelta en el momento preciso y no lo logré.
Comenzó a reírse como un loco y yo crucé los brazos sobre mi pecho amurrada.
—¿Por qué te ríes?
Le costó poder contestar, y cuando lo hizo era claro que por él seguía riéndose toda la vida.
—Es que te veías rara caminando agazapada con esa ropa gigante.
—Lo sé —puse mis manos a mis costados y me sacudí moviendo hacia ambos lados—. Soy pequeña.
—Una pequeña adorable —me dijo con una sonrisa. Se volvió para tomar atención a los huevos—. ¿Revueltos, verdad?
—Por supuesto.
Miré hacia la mesa y me di cuenta que él ya había colocado las tazas y el pan. No me quedo más que sentarme. Saqué mi teléfono del bolsillo de los pantalones y llamé al Fricke donde mi mamá estaba de turno.
—Hospital Gustavo Fricke, servicio de Cirugía, buenas noches, habla Betina. ¿En qué le puedo ayudar?
—Hola Beti, soy Chia. ¿Está mi mamá por ahí?
—Hola linda, tuvo que bajar a Urgencias hace un rato, déjame ver si llegó.
Me puso en espera. Mi mamá era Cirujana, una con un horario asqueroso, le daban largas todas las semanas y los días libres eran contados con los dedos de una mano. Pero a ella eso le encantaba. A mí no tanto, pero ¿qué podíamos hacer?
Cuando ella tenía turno, generalmente le dejábamos a Manu a mi hermana, porque yo podía llegar muy tarde, o no llegar, como hoy y el pobre Manu estaría solo en la casa.
—Chia, dice tu mamá que ella te llama en un rato más.
—Gracias Beti, nos vemos.
—Cuídate cariño, adiós.
André había venido a sentarse a mi lado con una montaña de huevos revueltos para los dos.
—¿Tienes clases mañana?
Tomé un trozo de pan y le puse una cantidad obscena de huevos.
—A la una. ¿Por?
—Curiosidad. Tengo turno a las once. ¿Bajamos juntos?
Levantó su mano y me hizo cariño en la cara. Le sonreí.
—Bueno.
Mi celular sonó y miré la pantalla. Hora de decir mentiras piadosas.
—Hola, mami.
—Mi niña, hola, ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú? ¿Mucho trabajo?
—Hubo un accidente horrible, llegaron tres críticos. Dos fallecieron en Urgencias y el otro esta en Pabellón.
—Ay. —Yo aún no tenía prácticas en Hospital, siempre comenzábamos con los consultorios primero y cuando mi mamá me contaba todos los casos que tenía que ver, algunos increíblemente terribles, me preguntaba si sería capaz de afrontarlo tan bien como lo hacía ella—. ¿Crees que esté bien?
—Espero que sí —hizo un sonido de lamento y siguió hablando—. ¿Para qué me llamabas?
Junté todo el valor y comencé a hablar. Si había algo que odiaba era mentirle a mi mamá.
—Era para avisarte que me voy a quedar donde Lore hoy, tenemos que repasar unas lecturas para Epi. Era por si llegabas a llamar al Edificio o lo que sea, no te fueras a asustar si te decían que no estaba.
—Ah ok, no te preocupes hija. Que avancen con el estudio, dale mis saludos a las chicas.
—Claro, yo se los doy.
—Un beso, te amo.
—Yo también má, adiós.
Cuando colgué el teléfono André me miraba con una sonrisa en la cara
—¿Qué hice ahora? —le pregunté con voz de niña pequeña.
—Nada, simplemente me di cuenta que ahora sí podré ver a tu mamá más seguido. Creo que le caí bien.

Al día siguiente salimos juntos de su casa. Nos rodeaba una especie de burbuja perfecta, podría jurar que por fuera nos veíamos como esas parejas a las que uno ve en la calle tan felices que se sonríe cuando los ve pasar.
Lo dejé en la entrada del Hospital y seguí mi camino hasta tomar el bus para irme a mi casa.
Llegué muy relajada, me hice un café y me metí a la ducha. Todo lo que hacía tenía incluido una sonrisa tonta en mi cara.
Llegué a mi pieza y por pura costumbre, miré mi horario. Y casi me da un paro cardiaco. Entraba a las doce y cuarto y no a la una. Miré el reloj y vi que eran las once treinta y cinco. Si no me apuraba, iba a llegar tarde.
Me vestí, metí mis cuadernos a la mochila, tomé un poco más de dinero de mi fondo escondido y salí corriendo a la U.
Llegué justo y a la primera persona que me encontré, fue a Rossy.
—¡Chia!
—Hola, Rossy —mi voz no era chillona, pero me di cuenta que tenía un timbre distinto. Yo estaba expeliendo felicidad por cada poro de mi piel.
—¿Cómo estás?
—Bien —le dije con una sonrisa de oreja a oreja—, ¿y tú?
—Oh, más que bien —me dijo con una sonrisa un poco extraña.
No le di importancia y caminé hasta los asientos del fondo para sentarme, todos los buenos asientos estaban llenos. Vi como Lore movía su mano tratando de llamar mi atención desde las primeras filas. Me despedí de Rosy y caminé hacia allá.
Ni siquiera tuve tiempo de sentarme cuando mi amiga comenzó a bombardearme con preguntas.
—¿Qué hacías donde André?
—Digamos que… estamos juntos —le dije con una sonrisa radiante.
—¿¡Juntos!? —dio un grito gigante y toda la sala de quedo en silencio. Se tapó con boca con las manos.
—Shhh —le di una mirada de odio—, ¿podrías no gritarle mi vida a los cuatro vientos?
—Pero… —me miró enojada—, él esta con Macka, Chia. El tiene novia, tú no pue…
—No, no, no —le dije sonriendo y negando con la cabeza—, terminaron.
Mi amiga me miró como procesando la información.
—¿Terminaron? —me dijo en un susurro—. ¿Cuándo?
Pensé un poco antes de responderle.
—La verdad no sé cuándo, pero sé que lo hicieron. Él me lo dijo ayer. Amiga —la miré y supe que mi cara debía ser la de la persona más feliz del mundo porque así me sentía—, me pidió que me quedara con él. Yo… te prometo que hace muchísimo tiempo que no me sentía tan feliz.
La cara de Lore era un mar de emociones, mil palabras grabadas en sus ojos, la desconfianza en André era la que más resaltaba.
—Chia, ¿estas segura de que terminaron?
—Confío en él Lore, sé que no me mentiría.
—¿Y qué con el día de su cumpleaños? ¡Te dejó esperando!
No servía que me recordara esas cosas. Yo ya tenía miedo de todo esto y que ella sólo me siguiera recordando ese tipo de cosas no me ayudaba en nada. El nudo en el estómago volvió a instalarse.
—Lore, por favor. Puedes sólo… ¿estar feliz por mi? No me hagas preguntas para las que no tengo respuestas, no hagas que sienta más miedo del que ya siento. Déjame disfrutar esto, por favor.
Lore exhaló un suspiro de frustración pero asintió con su cabeza.
—Perdón. Sólo que me preocupo por ti, no quiero que quedes reducida a nada de nuevo.
Si supiera ella que yo temía tanto eso. Pero yo siempre terminaba arriesgándome… demasiado.

Salimos de clases a las ocho de la noche. Fue un día asqueroso, estaba mentalmente cansada. Me dolía la cabeza horrores.
Con las chicas caminamos hasta la cafetería para comprarnos un café y algo para comer. Nos fuimos hacia el patio delantero, en donde comenzaba a llegar la gente de las carreras vespertinas. Nos instalamos en las bancas y nos fumamos un cigarro antes de partir cada una a su casa.
Rossy estaba más habladora que nunca, y eso era decir demasiado, generalmente nunca se callaba pero ahora… daba miedo. La mayoría de las veces no la tomaba en cuenta cuando se ponía a hablar hasta por los codos, pero esta vez una de las cosas que dijo llamó mi atención.
—… y André me dijo que podríamos salir un dia de estos —se rió.
Espera, ¿qué? ¿Mi André le había dicho eso?
—¿André?
Me miro con cara de fastidio.
—¿Has escuchado algo de lo que he dicho? —me dijo Rossy viéndose realmente decepcionada—. Dije que ayer André estuvo coqueteando conmigo todo el día y que incluso me dijo que podríamos salir un día. Así como en una cita.
Abrí los ojos de par en par y podría jurar que mi boca estaba tan abierta por la sorpresa que podría entrar una bandada de pájaros mutantes.
Lore me miró y el mensaje estaba claro. “Te lo dije”.
Traté de rebajarle la importancia a lo que Rossy me estaba contando.
—Aaaay amiga, ya sabes como se ponen los hombres cuando recién han terminado con sus novias. Lo único que quieren es probar de todos lados y divertirse…
Me perdí en mi propia voz. Lo que acababa de decir me golpeó fuerte y me dejo sin aliento.
“Lo único que quieren es probar de todos lados y divertirse”. ¿Era eso lo que André estaba haciendo? ¿Simplemente estaba disfrutando de su soltería y como sabía que yo era presa fácil había llegado a buscarme?
Me sentí enferma, realmente enferma.
Lore se dio cuenta y desvió la atención de las chicas de mi. Comencé a respirar profundo para despejar mi cabeza que se estaba mareando rápidamente.
De pronto, un gritito de excitación y un sonido de palmas chocando me sacó de mi estado.
—¡Esta aquí! —gritó Rossy mirando hacia la entrada con ojos soñadores.
—¿Quién? —preguntó Ernesto, mientras miraba hacia la entrada—. Oye, ¿ese no es…? —sentí que me miraba y apuntaba hacia la entrada—. Chia, ¿Ese no es el amigo de Pato?
Mi corazón se encogió, paro de latir, y luego comenzó la misma carrera que siempre sucedía cuando veía o sentía a André. Giré mi cabeza de golpe para verlo apoyado en el árbol que estaba en la entrada de la Uni.
—Sip —dije mientras lo miraba—, es él.
Lore miró a Rossy levantando una ceja.
—¿Se iban a juntar?
—¿Qué? —Rossy se veía realmente sorprendida—. No, para nada. Quizás viene a ver a Pato.
—Nop —le dijo Lore—, Pato no tenía clases hoy.
—Oh —sus ojos brillaron—, quizás… ¿una sorpresa? —se paró de golpe y nos miró con una sonrisa—. Permiso damas —miró a Ernesto y le sacó la lengua—. Pero yo iré a saludar a mi hombre perfecto.
Me quede mirándola con la boca abierta mientras ella caminaba como si saludarlo a él fuera la cosa más normal del mundo.
—¡Que romántico! —gritaron a la vez Pame y Dani mientras veían como los dos se saludaban.
—Maldita suertuda —decían otras chicas de nuestro curso.
—¿Estás bien? —me susurró Lore, mientras Ernesto me miraba con cara de preocupación.
—Darling, estas blanca —me dijo Ernesto.
—Estoy bien.
Estaba claro que ninguno de los dos me creía pero no importaba.
Seguía mirando a la “parejita”. Rossy gesticulaba con sus manos y se reía, movía su pelo de un lado a otro y se ponía en la pose más coqueta posible. La bilis subió hasta mi garganta.
En un momento, Rossy se giró y apuntó hacia donde estábamos. Consideré la opción de arrancar como siempre lo hacía. Si la había venido a ver a ella habiendo estado conmigo ayer, no lo iba a soportar.
Le dijo algo a André y los dos se encaminaron hacia donde estábamos.
Lore se puso como en posición de ataque y Ernesto se irguió en toda su estatura de forma protectora.
A unos pocos metros de distancia, cuando la expresión de él era totalmente visible para mí, sus ojos se clavaron en los míos haciendo que mi corazón sufriera de una total arritmia. Las esquinas de su boca formaron una sonrisa adorable. Me derretí instantáneamente.
—Dios mio, que suerte tiene Rossy, este chico es hermoso. —Decían las chicas mientras André se acercaba cada vez más a nosotros. Rosy venía pegada a su costado, como si estuvieran unidos por una cuerda o algo así.
Cuando llego frente a nosotros, Rossy aclaró su garganta.
—Chicas, Ernesto, este es André.
La manera en la que dijo su nombre, dando a entender que era obvio que ella ya nos había hablado de él, envolviendo su nombre posesivamente, hizo que me doliera el estómago de nuevo.
André nos sonrió y su mirada se quedó fija en mí. Ladeó su cabeza y sus ojos se volvieron más penetrantes.
Se giró hacia Rossy.
—Bueno Ros, nos vemos mañana en el consultorio.
La cara de Rossy era de sorpresa total, incluso enojada por el desaire del que estaba siendo víctima.
André, sin hacerle caso a su berrinche, se inclinó hacia mí y besó mi frente. Me quedé congelada.
—Hola, preciosa.
Lo miré a los ojos y abrí y cerré la boca un millón de veces, pero ninguna de ellas hice que saliera un sonido. Estaba en shock.
Rossy estaba igual que yo, podía sentir su mirada taladrándome y su odio apretándome.
—Hola —le dije con voz ronca.
Miré hacia mi lado donde las chicas miraban impresionadas y Ernesto hacía gestos sugerentes con sus cejas.
—Hola Lore —André se inclinó para saludar a mi amiga con un beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?
—Bien —respondió mi amiga con el ceño fruncido.
André se giró hacia mi nuevamente y tomó mi mano.
—Ya saliste, ¿verdad?
—Eeeeh —lo miré y parpadeé un par de veces para aclararme—. Eh, sí, ya salí.
—Vamos, entonces. —Tironeó mi mamo para que lo siguiera—. Adiós chicas, un gusto conocerlas.
Me levanté sintiéndome torpe y miré hacia las chicas con un claro “luego les explico” grabado en mi cara.
A Rossy no había forma de que la mirara. Ella me iba a matar. Y esto se convertiría en guerra. Cuando ella ponía los ojos en un hombre, hacía lo que fuera por quedarse con él.
Apreté la mano de André y escondí en su costado. Su brazo me rodeó la cintura y comenzó a hacerme cariño ahí donde descansaba su mano.
Sonreí, feliz. Y cometí el error de mirar a Rosy altaneramente.
Vi el desafío marcado en sus ojos y sostuve su mirada. Mi mensaje era fuerte y claro. “Él está conmigo”. El mensaje de ella hizo que me acobardara un poco.
“Veamos por cuanto más”.

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