“Quieran, quieran tanto como puedan.”
Salir de esa habitación no era lo más difícil que me había tocado hacer,
pero como era una gran cobarde, amplifiqué la dificultad a mil.
—No me voy a quedar aquí. —Miré a André con ojos
asustados y el negó con la cabeza. Yo tenía medio cuerpo en el pasillo y el
resto dentro de la habitación. André no se había movido un centímetro—. Pato
nos va a ver y me va a matar.
Soltó un bufido y me jaló hacia al interior de la habitación con tanta
fuerza que tuve que agarrarme a la puerta.
—Es mejor que nos encuentre aquí que rondando por la
casa. —Yo no encontraba que eso fuera verdad—. Si dejaras de poner cara de
culpable, sería más fácil.
Cuando él entró a la pieza inmediatamente le dije que no pensaba estar
encerrada en cuatro paredes a solas con él.
Me intrigaba que Lore le hubiera dicho en dónde estaba, y por más que se lo
agradeciera en el alma, no me iba a quedar ahí, en donde cualquiera podía
entrar e imaginarse más cosas de las que en verdad estaban pasando. Y por
alguien que entrara, me refería a Pato.
André me miraba con ojos de cachorro lastimado y no pude más que sonreírle.
—No me vas a ganar con
esos ojos, nos vamos.
—Como quieras. —Soltó mi
mano y lo miré dudosa—. Si quieres andar recorriendo la casa como alma en pena,
por mi, perfecto —bajó la voz—, pero no de mi mano, hay que minimizar los
riesgos.
Se veía tan serio hablando que lo único que atine a hacer fue a reírme. Él
me tapó la boca con una mano mientras que con la otra cerraba la puerta de la
pieza en la que estábamos.
—Estás loca —me susurró al oído.
Debían ser cerca de las siete de la mañana, ya había amanecido pero aún se
notaba oscuro, había nubes cargadas de agua que anunciaban una gran lluvia en
poco rato.
Se me quitó el sueño cuando vi a André llegar a la pieza y estando con él
ahora, lo que menos me apetecía era dormir.
Llegamos a la cocina mientras hablábamos de cosas sin importancia y él puso
a hervir agua para tomarse un café.
—¿Café? —Enarqué una
ceja—. ¿No vas a dormir?
—Tengo turno en dos
horas más. —Levantó los brazos como si no le importara—. Necesito el café.
—Tú estás loco, vas a
estar muerto para cuando tu turno termine.
—Naaaah. —Se rió—. No he
tenido muchos turnos esta semana así que he podido dormir bien.
Miré su espalda mientras se hacía el café y me puse a pensar: Tenía el corazón
dividido entre la parte en que cada célula existente estaba intoxicada con su
presencia y la parte racional, que me decía que había dos grandes razones por
las que me había vuelto completamente loca; apenas conocía al hombre y además y
más importante aún, él tenía una novia.
Yo siempre había sido una persona correcta, de esas que pasan casi
inadvertidas, están calladitas, hablan sólo cuando es necesario y jamás se
meten en problemas… Y ahora, había surgido mi parte rebelde que se había
interesado en un hombre con novia.
Ni siquiera con Ignacio me había sentido tan atraída en tan poco tiempo. Con
André había sido un real flechazo, tal cual lo muestran en las películas cuando
los protagonistas se miran a los ojos y se enamoran locamente… o quizás no de
inmediato, pero había sido muy cercano a eso.
Exhalé un suspiro y André se giró con la taza de café en sus manos. Era la
misma imagen que había visto esa mañana en su casa.
Contuve el aliento; se veía tan lindo con el pelo desordenado y los ojos
somnolientos.
Le sonreí y se sentó frente a mí.
Hablamos de todo: lo que nos gustaba, lo que no, nuestras dudas, el
colegio, la Uni, los amigos, libros, música, películas… comida. Jamás me había
sentido tan cómoda con alguien. La facilidad para contarle cosas era
abrumadora… Yo solía ser tímida con la gente, pero con él, esa timidez no
existía. Todo era reír y entender, algo simple y fácil.
Cada vez que lo miraba, que ponía un poco más de atención a como sonreía
levantando sólo una esquina de su boca, como levantaba su ceja cuando algo le
parecía gracioso o como brillaban sus ojos cuando se interesaba de verdad por
algo que le decía, me sentía perdida, intoxicada y más intrigada por él.
Y entre todo ese torbellino de sentimientos, el miedo se estaba haciendo
algo que no podía obviar: La aparición de este hombre tan perfecto que me
hiciera sentir tan… completa de nuevo, era extraño. Daba miedo, porque no estaba acostumbrada a sentir tanto y tan
grande en tan poco tiempo, con tan poco dicho y tanto por conocer.
Era extraño, loco y hasta un poco estúpido, sentirse así de feliz con un
casi perfecto desconocido.
—¿Chia?
Parpadeé un par de veces y le sonreí.
—Perdón, me distraje.
Me sonrió, como sabiendo qué era lo que me había distraído y siguió hablando.
Y no dejé que el miedo siguiera consumiéndome el cerebro… Me decidí a
disfrutar todo lo que estaba sintiendo. Con él.
En la siguiente hora y antes de que André partiera a su turno, se nos
unieron Marce, Lore, Robert, Nico y Anto.
Cuando apareció esta última de la mano de Nico, los ojos de Lore y los míos
se nos abrieron como platos y ella simplemente nos miró, como diciéndonos
“luego les cuento todo”.
Al parecer, esta había sido una noche para atar cabos sueltos.
Quince minutos después, André estaba listo para irse con Pato a su turno
que duraba hasta las nueve de la noche.
Con Pato mirándonos inquisidoramente como si sospechara algo, me vi en la
obligación de mantenerme lo más alejada que pude de André.
Comenzaron a despedirse de la gente y André llegó hasta donde estaba
conversando con Marce y Lore.
Las chicas se levantaron y se despidió de ellas con un beso en la mejilla.
Yo también me levanté, un poco incómoda, para despedirme.
Miró hacia un lado y viendo que Pato estaba distraído hablando con Nico, se
me acercó, me tomó la cintura y me dio un beso en la frente. Mi corazón bailó
feliz en mi pecho.
Me quede mirándolo con la boca abierta igual que las chicas.
—Nos vemos luego.
Me sonrió una última vez y se dio la vuelta para salir con pato.
Nos vemos luego, la frase seguía rondándome diez minutos después que se hubieran ido.
¿Qué tan luego lo vería?
***
Me moría de ganas de hablar con Lore. No entendía por qué había llevado a
André a esa pieza: si Pato me tenía advertida, suponía que Lore iba a mantenerme
a raya también, pero me había equivocado medio a medio.
Después de las dos horas más largas de espera de mi vida, estuvimos las dos
solas en mi casa y me sentí en libertad para preguntar lo que quisiera, pero no
había contado con que mi amiga inventara mil excusas para escaparse, intuyendo
lo que quería preguntarle.
—Lore, ya para. —Se quedó quieta de espaldas a mí jugando
con Manu—. ¿Por qué lo llevaste?
Se dio vuelta y me miro con ojos desentendidos.
—Yo no llevé a nadie a
ninguna parte.
—No lo llevaste pero le
dijiste a André donde estaba.
Lore dejó de jugar con Manu y fue a sentarse al sillón. Tomé un cojín y lo
puse en el suelo frente a ella. Se quedó en silencio un buen rato pero no la
presioné, hablaría cuando se aclarara.
—No me gusta Macka.
—Le tiene que gustar a
él, no a ti.
—De esencia, como es
ella… no me gusta. —Se apretó las mejillas como en un gesto de desagrado—. Hay
algo en ella que hace que no la aguante.
—¿Y por eso llegas y me
lo dejas en bandeja?
Levantó los brazos como si le diera lo mismo. Comencé a mosquearme.
Tenía que tener una razón de peso, ella no era de esas personas que
“odiaba” a alguien sólo de presencia o por su “esencia”. Nop. Algo tenía que
haber hecho Macka para que Lore pensara así de ella.
—Loreee… —lo dije como dudando. Explicarle lo que me
pasaba con André, ponerlo en palabras para alguien que no fuera yo, sería
aceptarlo y comenzar a darle forma al revoltijo de cosas que sentía y no estaba
lista para hacer eso, pero tenía que saber que pasaba por la cabeza de mi
amiga—. Sé que casi no lo conozco y puede sonar asquerosamente cliché y de
película lo que te voy a decir, pero me siento bien con él. Es como si encajara
a la perfección y no necesitará seguir buscando nadie más para volver a
sentirme… completa. Me siento libre, me siento tranquila. Es como si hubiera
descubierto fases que no tenía idea que tenía. Es como…
Bajé la voz y miré el suelo. No sabía cómo explicarle lo que sentía sin que
me tachara de loca y cursi. Me devané los sesos por poner en palabras todo lo
que estaba sintiendo y cuando ya me estaba desesperando al no saber cómo
explicarle, di con el clavo.
Volví a tomar aire. Me iba a entender, pero creería que me habían cambiado
el cerebro.
—¿Te acuerdas de ese
libro del autor francés del que estuve hablando un montón de tiempo?
—Sí, me acuerdo, pero ¿qué
tiene eso que ver con lo de André?
—Sé que me vas a decir
que estoy loca, pero es la única manera que encuentro de explicarte. —Suspiré—.
¿Te acuerdas cuando te conté que el libro me había encantado por la visión de
la divinidad que daba y al amor?
—Aaaalgo —me dijo
dudosa, mirándome como si fuera a salirme humo por las orejas en cualquier
momento.
—Ok. En el libro
nombraron al Bachert. Nunca supe y todavía no sé si es algo que es de creencia
mundial como lo de la “media naranja” o no, pero me caló hondo. Estuve mucho
tiempo hablando de eso.
—Sip, me acuerdo que
hablabas como loro.
—¿Te acuerdas de lo que
era? ¿Algo?
Negó con la cabeza y me puse nerviosa.
—Por favor, no creas que estoy loca: El Bachert —y esto
es parafraseando el libro—, es la persona que Dios puso especial y únicamente
para ti en la tierra… —comencé a ponerme roja—, y… y se supone que tienes que
ser capaz de reconocerla. De encontrarla.
Me dio vergüenza y me quede callada unos segundos.
—¿Encontrarla? —Frunció el ceño—. ¿A dónde queda eso de “si
dejas de buscar las cosas, estas llegan”?
La di una mirada de cállate.
—Lore… —suspiré—. Da lo
mismo. Si me interrumpes así, nunca me vas a entender.
—Perdón. —Cerró los
ojos—. Sigue.
—Cuando lo veo, me
siento rara, como si algo me tirara hacia él… ya te dije que me siento bien a
su lado. Nunca me había pasado con nadie, ni siquiera con Ignacio. Y hoy en la
mañana cuando estaba conversando con él en la cocina fue… fue demasiado. Tenía
el corazón llenito de ternura, me sentí tan, tan feliz y yo… si lo pienso ahora
creo que él… —Me perdía en lo que decía y bajé la cabeza avergonzada de lo raro
que todo eso sonaba.
Lore estuvo callada mucho rato. Tanto que tuve que levantar la cabeza para
mirarla y ver si no le había dado algún ataque o algo similar.
Me miraba con la boca abierta, como tratando de hacer conexiones en su
cabeza.
Me apunto, abrió la boca y volvió a cerrarla.
—¿Qué? —La pregunta
salió de mi boca bajito y con tono de miedo.
—¿Tú crees que André es
algo así como… el amor de tu vida? —Enarcó una ceja.
Si lo dices así suena cursi y cliché. Bajé mi voz hasta hacerla un susurro.
—¿No sé?
Su cara era una mezcla entre incredulidad, sorpresa y asombro, todo en uno.
—Chia, lo conoces hace
nada. ¿Cuántas veces lo has visto?
—Muy pocas.
—¿Cómo demonios puedes
saber entonces que es el amor de tu vida?
—No lo sé, ¿está bien?
Simplemente siento que… No sé. —Me pasé la mano por el pelo—. No entiendo que
me pasa cuando estoy con él, pero me derrito entera. ¿Cómo explicas que lo haya
besado aun sabiendo que tiene novia cuando hace nada a mí me hicieron lo mismo?
Cuando estoy con el mi corazón no duele. ¿Sabes cuánto tiempo sentí que mi
corazón se desangraba por dentro? Saber que tengo a André cerca hace que mi
corazón se sienta vivo, y que no me duela respirar. No me hace tener esas
explosiones de ira que tanto me daban últimamente… bueno, quizás un poco, pero
es porque él me desespera. —Me reí—. Pero ese es el punto, tiene la capacidad
de desesperarme y volver a serenarme sin que le cueste nada. Me siento bien con
él… tan simple como eso. Aún me lo cuestiono, no lo entiendo y me siento como
la peor persona de la tierra por sentir lo que sea que siento sabiendo que
tiene novia, pero ya está y no voy a tratar de cambiarlo. No sé qué sienta él y
lo más probable es que termine rota en mil pedazos de nuevo, pero ¿realmente?
No me importa. Siento que él vale la pena.
Me quede callada, asimilando la barbarie de cosas que acababa de decir. Era
como declarar que estaba enamorada sin saber qué rayos estaba sintiendo y sin
saber qué pasaba con él.
Era oficial, se me habían arrancado todas las neuronas del cerebro y ya no
pensaba.
—Macka lo está engañando.
Necesité unos segundos para que la información llegara a mi cerebro y
procesarla.
—¿Qué?
—Eso. —Se apretó las
manos, incomoda—. La vi hace como un mes atrás dándose un beso en la calle con
otro tipo. No le dije nada a Pato. Pero ahora otras personas me han dicho que
la han visto varias veces con otro y por las descripciones, es el mismo tipo con
el que la vi. André… él es demasiado bueno, demasiado entregado y a veces hasta
un poco ingenuo. Saber que ella está engañando a alguien tan bueno como él, que
se desvive por ella, me asquea, pero no soy quien para contarle. Tiene que
darse cuenta solo. —Me miró a la cara como taladrándome con la mirada—. Nunca
lo había visto mirar a nadie como te mira a ti, bueno, a excepción de como mira
a Macka. Pato se dio cuenta de lo mismo y me lo comentó y me dijo que tenía
miedo de que se acercaran mucho, después de todo él no sabe lo de Macka y le
tiene estima. Tú y André se parecen y además tienen el mismo complejo: Son
demasiado buenas personas y entre buenas personas se entienden.
Santa Madre..
—Tienes que prometerme que no le vas a decir nada.
Me quede mirándola como si no entendiera.
—¿Tú crees que yo sería capaz de decirle? Lore, ni
siquiera sé lo que pasa entre los dos. Fue un beso, nada más. —Un
beso y un millón de descargas pasando a través de mi cuerpo—. Es probable
que él sólo este aburrido o incluso, puede que sepa lo de Macka y sólo le esté
dando un merecido o algo así.
Pensar que esa última opción fuera verdad hizo que me doliera el estómago
de miedo. ¿Me estaba usando?
—Confío en que no le dirás nada. —Me sonrío y se levantó
del sofá para ir a acostarse.
Llevaba más de veinticuatro horas despierta, pero pensar en él me tuvo sin
poder pegar ojo. Más que pensar en si me estaba usando o no, se me repetía una
y otra vez en la cabeza la forma en que se sentían sus manos en mi cara, cómo
sonría…el sonido de su risa.
Cuando comenzaba a quedarme dormida, sonó mi móvil avisando que había
llegado un mensaje.
Lo tomé y cuando lo leí, instantáneamente se me dibujo una sonrisa tonta en
la cara.
Conseguir
tu número fue más difícil que encontrar a Osama Bin Laden. Te espero mañana a
las cuatro de la tarde afuera de esa cafetería que te dije hoy. Este es mi número,
guárdalo. Un beso, André.
Apoyé la cabeza en la almohada y después de dos meses, dormí sin tener una
sola pesadilla.
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