23 de septiembre de 2012

Doce


“Quieran, quieran tanto como puedan.”

Salir de esa habitación no era lo más difícil que me había tocado hacer, pero como era una gran cobarde, amplifiqué la dificultad a mil.
—No me voy a quedar aquí. —Miré a André con ojos asustados y el negó con la cabeza. Yo tenía medio cuerpo en el pasillo y el resto dentro de la habitación. André no se había movido un centímetro—. Pato nos va a ver y me va a matar.
Soltó un bufido y me jaló hacia al interior de la habitación con tanta fuerza que tuve que agarrarme a la puerta.
—Es mejor que nos encuentre aquí que rondando por la casa. —Yo no encontraba que eso fuera verdad—. Si dejaras de poner cara de culpable, sería más fácil.
Cuando él entró a la pieza inmediatamente le dije que no pensaba estar encerrada en cuatro paredes a solas con él.
Me intrigaba que Lore le hubiera dicho en dónde estaba, y por más que se lo agradeciera en el alma, no me iba a quedar ahí, en donde cualquiera podía entrar e imaginarse más cosas de las que en verdad estaban pasando. Y por alguien que entrara, me refería a Pato.
André me miraba con ojos de cachorro lastimado y no pude más que sonreírle.
—No me vas a ganar con esos ojos, nos vamos.
—Como quieras. —Soltó mi mano y lo miré dudosa—. Si quieres andar recorriendo la casa como alma en pena, por mi, perfecto —bajó la voz—, pero no de mi mano, hay que minimizar los riesgos.
Se veía tan serio hablando que lo único que atine a hacer fue a reírme. Él me tapó la boca con una mano mientras que con la otra cerraba la puerta de la pieza en la que estábamos.
—Estás loca —me susurró al oído.
Debían ser cerca de las siete de la mañana, ya había amanecido pero aún se notaba oscuro, había nubes cargadas de agua que anunciaban una gran lluvia en poco rato.
Se me quitó el sueño cuando vi a André llegar a la pieza y estando con él ahora, lo que menos me apetecía era dormir.
Llegamos a la cocina mientras hablábamos de cosas sin importancia y él puso a hervir agua para tomarse un café.
—¿Café? —Enarqué una ceja—. ¿No vas a dormir?
—Tengo turno en dos horas más. —Levantó los brazos como si no le importara—. Necesito el café.
—Tú estás loco, vas a estar muerto para cuando tu turno termine.
—Naaaah. —Se rió—. No he tenido muchos turnos esta semana así que he podido dormir bien.
Miré su espalda mientras se hacía el café y me puse a pensar: Tenía el corazón dividido entre la parte en que cada célula existente estaba intoxicada con su presencia y la parte racional, que me decía que había dos grandes razones por las que me había vuelto completamente loca; apenas conocía al hombre y además y más importante aún, él tenía una novia.
Yo siempre había sido una persona correcta, de esas que pasan casi inadvertidas, están calladitas, hablan sólo cuando es necesario y jamás se meten en problemas… Y ahora, había surgido mi parte rebelde que se había interesado en un hombre con novia.
Ni siquiera con Ignacio me había sentido tan atraída en tan poco tiempo. Con André había sido un real flechazo, tal cual lo muestran en las películas cuando los protagonistas se miran a los ojos y se enamoran locamente… o quizás no de inmediato, pero había sido muy cercano a eso.
Exhalé un suspiro y André se giró con la taza de café en sus manos. Era la misma imagen que había visto esa mañana en su casa.
Contuve el aliento; se veía tan lindo con el pelo desordenado y los ojos somnolientos.
Le sonreí y se sentó frente a mí.
Hablamos de todo: lo que nos gustaba, lo que no, nuestras dudas, el colegio, la Uni, los amigos, libros, música, películas… comida. Jamás me había sentido tan cómoda con alguien. La facilidad para contarle cosas era abrumadora… Yo solía ser tímida con la gente, pero con él, esa timidez no existía. Todo era reír y entender, algo simple y fácil.
Cada vez que lo miraba, que ponía un poco más de atención a como sonreía levantando sólo una esquina de su boca, como levantaba su ceja cuando algo le parecía gracioso o como brillaban sus ojos cuando se interesaba de verdad por algo que le decía, me sentía perdida, intoxicada y más intrigada por él.
Y entre todo ese torbellino de sentimientos, el miedo se estaba haciendo algo que no podía obviar: La aparición de este hombre tan perfecto que me hiciera sentir tan… completa de nuevo, era extraño. Daba miedo, porque no estaba acostumbrada a sentir tanto y tan grande en tan poco tiempo, con tan poco dicho y tanto por conocer.
Era extraño, loco y hasta un poco estúpido, sentirse así de feliz con un casi perfecto desconocido.
—¿Chia?
Parpadeé un par de veces y le sonreí.
—Perdón, me distraje.
Me sonrió, como sabiendo qué era lo que me había distraído y siguió hablando.
Y no dejé que el miedo siguiera consumiéndome el cerebro… Me decidí a disfrutar todo lo que estaba sintiendo. Con él.

En la siguiente hora y antes de que André partiera a su turno, se nos unieron Marce, Lore, Robert, Nico y Anto.
Cuando apareció esta última de la mano de Nico, los ojos de Lore y los míos se nos abrieron como platos y ella simplemente nos miró, como diciéndonos “luego les cuento todo”.
Al parecer, esta había sido una noche para atar cabos sueltos.
Quince minutos después, André estaba listo para irse con Pato a su turno que duraba hasta las nueve de la noche.
Con Pato mirándonos inquisidoramente como si sospechara algo, me vi en la obligación de mantenerme lo más alejada que pude de André.
Comenzaron a despedirse de la gente y André llegó hasta donde estaba conversando con Marce y Lore.
Las chicas se levantaron y se despidió de ellas con un beso en la mejilla. Yo también me levanté, un poco incómoda, para despedirme.
Miró hacia un lado y viendo que Pato estaba distraído hablando con Nico, se me acercó, me tomó la cintura y me dio un beso en la frente. Mi corazón bailó feliz en mi pecho.
Me quede mirándolo con la boca abierta igual que las chicas.
—Nos vemos luego.
Me sonrió una última vez y se dio la vuelta para salir con pato.
Nos vemos luego, la frase seguía rondándome diez minutos después que se hubieran ido.
¿Qué tan luego lo vería?
***
Me moría de ganas de hablar con Lore. No entendía por qué había llevado a André a esa pieza: si Pato me tenía advertida, suponía que Lore iba a mantenerme a raya también, pero me había equivocado medio a medio.
Después de las dos horas más largas de espera de mi vida, estuvimos las dos solas en mi casa y me sentí en libertad para preguntar lo que quisiera, pero no había contado con que mi amiga inventara mil excusas para escaparse, intuyendo lo que quería preguntarle.
—Lore, ya para. —Se quedó quieta de espaldas a mí jugando con Manu—. ¿Por qué lo llevaste?
Se dio vuelta y me miro con ojos desentendidos.
—Yo no llevé a nadie a ninguna parte.
—No lo llevaste pero le dijiste a André donde estaba.
Lore dejó de jugar con Manu y fue a sentarse al sillón. Tomé un cojín y lo puse en el suelo frente a ella. Se quedó en silencio un buen rato pero no la presioné, hablaría cuando se aclarara.
—No me gusta Macka.
—Le tiene que gustar a él, no a ti.
—De esencia, como es ella… no me gusta. —Se apretó las mejillas como en un gesto de desagrado—. Hay algo en ella que hace que no la aguante.
—¿Y por eso llegas y me lo dejas en bandeja?
Levantó los brazos como si le diera lo mismo. Comencé a mosquearme.
Tenía que tener una razón de peso, ella no era de esas personas que “odiaba” a alguien sólo de presencia o por su “esencia”. Nop. Algo tenía que haber hecho Macka para que Lore pensara así de ella.
—Loreee… —lo dije como dudando. Explicarle lo que me pasaba con André, ponerlo en palabras para alguien que no fuera yo, sería aceptarlo y comenzar a darle forma al revoltijo de cosas que sentía y no estaba lista para hacer eso, pero tenía que saber que pasaba por la cabeza de mi amiga—. Sé que casi no lo conozco y puede sonar asquerosamente cliché y de película lo que te voy a decir, pero me siento bien con él. Es como si encajara a la perfección y no necesitará seguir buscando nadie más para volver a sentirme… completa. Me siento libre, me siento tranquila. Es como si hubiera descubierto fases que no tenía idea que tenía. Es como…
Bajé la voz y miré el suelo. No sabía cómo explicarle lo que sentía sin que me tachara de loca y cursi. Me devané los sesos por poner en palabras todo lo que estaba sintiendo y cuando ya me estaba desesperando al no saber cómo explicarle, di con el clavo.
Volví a tomar aire. Me iba a entender, pero creería que me habían cambiado el cerebro.
—¿Te acuerdas de ese libro del autor francés del que estuve hablando un montón de tiempo?
—Sí, me acuerdo, pero ¿qué tiene eso que ver con lo de André?
—Sé que me vas a decir que estoy loca, pero es la única manera que encuentro de explicarte. —Suspiré—. ¿Te acuerdas cuando te conté que el libro me había encantado por la visión de la divinidad que daba y al amor?
—Aaaalgo —me dijo dudosa, mirándome como si fuera a salirme humo por las orejas en cualquier momento.
—Ok. En el libro nombraron al Bachert. Nunca supe y todavía no sé si es algo que es de creencia mundial como lo de la “media naranja” o no, pero me caló hondo. Estuve mucho tiempo hablando de eso.
—Sip, me acuerdo que hablabas como loro.
—¿Te acuerdas de lo que era? ¿Algo?
Negó con la cabeza y me puse nerviosa.
—Por favor, no creas que estoy loca: El Bachert —y esto es parafraseando el libro—, es la persona que Dios puso especial y únicamente para ti en la tierra… —comencé a ponerme roja—, y… y se supone que tienes que ser capaz de reconocerla. De encontrarla.
Me dio vergüenza y me quede callada unos segundos.
—¿Encontrarla? —Frunció el ceño—. ¿A dónde queda eso de “si dejas de buscar las cosas, estas llegan”?
La di una mirada de cállate.
—Lore… —suspiré—. Da lo mismo. Si me interrumpes así, nunca me vas a entender.
—Perdón. —Cerró los ojos—. Sigue.
—Cuando lo veo, me siento rara, como si algo me tirara hacia él… ya te dije que me siento bien a su lado. Nunca me había pasado con nadie, ni siquiera con Ignacio. Y hoy en la mañana cuando estaba conversando con él en la cocina fue… fue demasiado. Tenía el corazón llenito de ternura, me sentí tan, tan feliz y yo… si lo pienso ahora creo que él… —Me perdía en lo que decía y bajé la cabeza avergonzada de lo raro que todo eso sonaba.
Lore estuvo callada mucho rato. Tanto que tuve que levantar la cabeza para mirarla y ver si no le había dado algún ataque o algo similar.
Me miraba con la boca abierta, como tratando de hacer conexiones en su cabeza.
Me apunto, abrió la boca y volvió a cerrarla.
—¿Qué? —La pregunta salió de mi boca bajito y con tono de miedo.
—¿Tú crees que André es algo así como… el amor de tu vida? —Enarcó una ceja.
Si lo dices así suena cursi y cliché. Bajé mi voz hasta hacerla un susurro.
—¿No sé?
Su cara era una mezcla entre incredulidad, sorpresa y asombro, todo en uno.
—Chia, lo conoces hace nada. ¿Cuántas veces lo has visto?
—Muy pocas.
—¿Cómo demonios puedes saber entonces que es el amor de tu vida?
—No lo sé, ¿está bien? Simplemente siento que… No sé. —Me pasé la mano por el pelo—. No entiendo que me pasa cuando estoy con él, pero me derrito entera. ¿Cómo explicas que lo haya besado aun sabiendo que tiene novia cuando hace nada a mí me hicieron lo mismo? Cuando estoy con el mi corazón no duele. ¿Sabes cuánto tiempo sentí que mi corazón se desangraba por dentro? Saber que tengo a André cerca hace que mi corazón se sienta vivo, y que no me duela respirar. No me hace tener esas explosiones de ira que tanto me daban últimamente… bueno, quizás un poco, pero es porque él me desespera. —Me reí—. Pero ese es el punto, tiene la capacidad de desesperarme y volver a serenarme sin que le cueste nada. Me siento bien con él… tan simple como eso. Aún me lo cuestiono, no lo entiendo y me siento como la peor persona de la tierra por sentir lo que sea que siento sabiendo que tiene novia, pero ya está y no voy a tratar de cambiarlo. No sé qué sienta él y lo más probable es que termine rota en mil pedazos de nuevo, pero ¿realmente? No me importa. Siento que él vale la pena.
Me quede callada, asimilando la barbarie de cosas que acababa de decir. Era como declarar que estaba enamorada sin saber qué rayos estaba sintiendo y sin saber qué pasaba con él.
Era oficial, se me habían arrancado todas las neuronas del cerebro y ya no pensaba.
—Macka lo está engañando.
Necesité unos segundos para que la información llegara a mi cerebro y procesarla.
—¿Qué?
—Eso. —Se apretó las manos, incomoda—. La vi hace como un mes atrás dándose un beso en la calle con otro tipo. No le dije nada a Pato. Pero ahora otras personas me han dicho que la han visto varias veces con otro y por las descripciones, es el mismo tipo con el que la vi. André… él es demasiado bueno, demasiado entregado y a veces hasta un poco ingenuo. Saber que ella está engañando a alguien tan bueno como él, que se desvive por ella, me asquea, pero no soy quien para contarle. Tiene que darse cuenta solo. —Me miró a la cara como taladrándome con la mirada—. Nunca lo había visto mirar a nadie como te mira a ti, bueno, a excepción de como mira a Macka. Pato se dio cuenta de lo mismo y me lo comentó y me dijo que tenía miedo de que se acercaran mucho, después de todo él no sabe lo de Macka y le tiene estima. Tú y André se parecen y además tienen el mismo complejo: Son demasiado buenas personas y entre buenas personas se entienden.
Santa Madre..
—Tienes que prometerme que no le vas a decir nada.
Me quede mirándola como si no entendiera.
—¿Tú crees que yo sería capaz de decirle? Lore, ni siquiera sé lo que pasa entre los dos. Fue un beso, nada más.  —Un beso y un millón de descargas pasando a través de mi cuerpo—. Es probable que él sólo este aburrido o incluso, puede que sepa lo de Macka y sólo le esté dando un merecido o algo así.
Pensar que esa última opción fuera verdad hizo que me doliera el estómago de miedo. ¿Me estaba usando?
—Confío en que no le dirás nada. —Me sonrío y se levantó del sofá para ir a acostarse.
Llevaba más de veinticuatro horas despierta, pero pensar en él me tuvo sin poder pegar ojo. Más que pensar en si me estaba usando o no, se me repetía una y otra vez en la cabeza la forma en que se sentían sus manos en mi cara, cómo sonría…el sonido de su risa.
Cuando comenzaba a quedarme dormida, sonó mi móvil avisando que había llegado un mensaje.
Lo tomé y cuando lo leí, instantáneamente se me dibujo una sonrisa tonta en la cara.
Conseguir tu número fue más difícil que encontrar a Osama Bin Laden. Te espero mañana a las cuatro de la tarde afuera de esa cafetería que te dije hoy. Este es mi número, guárdalo. Un beso, André.
Apoyé la cabeza en la almohada y después de dos meses, dormí sin tener una sola pesadilla.

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