23 de septiembre de 2012

Diez


“Que es y está, pero no se debe.”

No sé cuánto tiempo nos besamos, pueden haber sido dos segundos o unas tres horas.
Cuando se rompió el beso, escondí avergonzada la cara en su cuello y me quede ahí, aspirando su olor.
Sentía que me hacía cariño en el pelo y me daba besos cortitos.
Me sentía tan segura a su lado, tan cómoda. Era extraño, ni siquiera fuera que lo conocía hace poco, lo había visto tan pocas veces pero había algo en él que… no sé, era casi como hubiese un hilo que me unía a él. Así de loco se sentía cuando estaba a su lado.
Siempre me habían molestado las parejas que decían que había sido “amor a primera vista”, que había bastado con que se miraran para sentir fuego artificiales, pero sólo hasta ahora entendí a lo que se referían. A lo que habían sentido.
Con André se sentía como algo loco, pero loco bien.
Y cuando sentía que mi corazón se derretía mientras él me abrazaba me di cuenta que me estaba olvidando de algo.
O mejor dicho, algo que había omitido antes.
Él tenía una novia.
Que bonito, Chiara.
Yo que repudiaba a Marce por lo que había hecho y ahora, mírenme aquí.
Yo no era mejor que ella.
Me levanté como un resorte y salté lo más lejos que pude.
André me miró, aun sentado en la mini muralla y cuando vio que yo no iba a acercarme, se levantó y empezó a caminar hacia donde yo estaba.
—No. —Levanté las dos manos a modo de escudo. Hizo caso omiso de mi advertencia y siguió caminando hasta quedar sólo a unos pasos de mí.
—¿Qué pasa?
¿Qué pasa? Pasa que tienes novia y que yo estoy sintiendo cosas que no debería sentir y es estúpido sentir algo porque no te conozco y definitivamente debería salir corriendo lo más lejos que pueda de ti.
—Yo no puedo hacer esto —lo apunté a él y a mí—. Yo no soy así. A mí me hicieron esto, esto no está bien. —Una luz de la casa le alumbrara un poco la cara y pude ver que su mirada era de desconcierto total.
—Chia…
—No. Yo estoy mal —el corazón me corría a mil por hora. Agache mi cabeza y mire mis zapatos. Esto era como en una maldita película cuando la mujer lamenta ser la tercera en discordia pero en verdad, no lo lamenta tanto—. Me voy.
Me di vuelta y salí corriendo hacia la casa.
No lo sentí seguirme, ni lo sentí llamarme.
Y definitivamente no tenía por qué ponerme triste si no lo hacía, él no era nada mío, es más, era demasiado enredo para mi vida.
E iba a tener que compartir con él el mismo espacio desde agosto hasta diciembre.
¿En dónde mierda me había metido?
—¿Dónde estabas?
Me di vuelta como si me hubieran pillado. Lore me miraba con cara de pocos amigos.
—Estaba tomando un poco de aire, no me sentía muy bien.
—¿Estás bien ahora? —Su cara tomo la expresión que siempre ponía cuando se las daba de mamá preocupada. Me vi fuera de peligro y le sonreí.
—Sip, ya estoy mejor —mentira, me sentía más enredada que nunca—. ¿Dónde está Anto?
Lore comenzó a reírse y la miré extrañada. Me apuntó hacia una esquina de la casa.
—La ridícula está tratando de ver si de una vez por todas Nico la toma en cuenta.
Nico era un compañero de Pato. Anto lo venía persiguiendo hace, más o menos, siete meses y el hombre aún no daba señales de verse interesado por mi amiga.
Las tres creíamos que era gay, pero mi amiga no se iba a rendir hasta que esas palabras salieran de la boca del mismo Nico.
Conversando con Lore logre olvidarme un poco de lo que había pasado en el jardín, pero no del todo.
Cuando iba hacia la cocina a buscar un vaso de agua —me prometí no ingerir más alcohol esa noche, con lo que había pasado afuera beber más era arriesgarme a que pasara otra cosa—, vi a André sentado en un sofá que quedaba detrás de la puerta de la cocina.
Me apoyé en la esquina de la puerta y me quede mirándolo, tenía los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el respaldo  y las cejas arrugadas.
Abrió los ojos de golpe y no alcancé a desviar la vista.
No levantó la cabeza y ninguno de los dos desvió la vista.
Me picaban las manos por tocarle la cara y hacer que relajara su expresión pero no podía seguir acercándome a él, iba a sufrir una combustión espontánea por su culpa si lo volvía a tocar.
De pronto, se abrió la puerta de la cocina de golpe y me dieron un fuerte golpe en toda la espalda y la cabeza, salí volando hacia delante y caí de rodillas.
Todo me daba vueltas y sentía que la cabeza me iba a estallar.
—¿Chia? —abrí los ojos y miré hacia un lado esperando a ver a André a mi lado, pero al que vi fue a Ignacio—. Perdona, no sabía que había alguien atrás.
Por primera vez desde que lo veía mi estómago no se retorcía ni mi corazón se volvía loco. No supe por qué.
—No pasa nada, no debería haber estado ahí.
Volví a cerrar los ojos porque la luz que me llegaba hacía que la cabeza me doliera horrores.
—Tienes que ponerte hielo.
Di vuelta la cabeza muy rápido cuando escuche su voz y se me dio vuelta el mundo. Si hubiera estado de pie, de seguro me habría caído.
André estaba de rodillas a mi lado derecho, mirándome con cara de preocupación pero sus ojos eran una mezcla de enojo, preocupación y algo más.
—Voy a traerte hielo, vuelvo enseguida. —André se paro y se fue.
Ignacio seguía a mi lado y no se movía. Me di vuelta para mirarlo.
—No te preocupes, estoy bien.
Su cara estaba seria y tenía las manos cerradas en puños con los nudillos blancos. Me miró y me estremecí por dentro, me encontré comparando sus ojos con los de André.
—Perdón. —Lo dijo bajito pero con el volumen justo para poder escucharlo.
Supe que no sólo me estaba pidiendo perdón por lo de la puerta, sino también por lo de Marce. Asentí lentamente con la cabeza y le di una sonrisa.
—Creo que voy a hablar con Marce, no hoy, pero si luego.
Yo no podía no hablar con ella después de lo que había pasado hoy, por lo que había pasado cuando llegamos y también lo que pasó con André. Por más rabia que sintiera con ella tenía que aclarar esto. Siempre había dependido más de ella que ella de mi. Ella era algo asi como un pilar fundamental en mi vida, me podía sentir tambalear ahora que no estaba. Quería a Lore con todo mi corazón y le agradecía haber estado todo este tiempo conmigo, pero con Marce era distinto, no había necesidad de aparentar ni de hablar, ella me entendía más que yo a mi misma y ahora mismo la necesitaba, necesitaba a alguien que me ayudara a aclarar el enredo que tenía.
—Ella también quiere hablar contigo.
Me miró y fue un momento casi mágico o espiritual, no sé. Nos entendimos y me di cuenta que por más que me doliera, si yo lo quería debía dejar que el fuera feliz, por más trillado que sonara, y si esa felicidad estaba con Marce ¿Quién era yo para seguir reprochándoselos? Sé que el me quiso, lo sentí siempre que estuvo conmigo, así que sé que si el decidió quedarse con ella es porque de verdad la quería.
Pude sentir como mi corazón se hacía un poquito más fuerte dentro de mi pecho y me sentí bien —sin tomar en cuenta los golpes que sentía en mi cabeza—, relajada como hace tiempo no me sentía.
Ignacio me tomó la mano y me la apretó en un gesto cariñoso, de amigos. No lo sentí como que fuera a decirme que se arrepentía o cualquiera de esas locuras que en otro momento se me hubieran pasado por la cabeza.
Sentimos una voz carraspear y nos giramos hacia dónde provenía el sonido.
Ahí estaba parado André con las cejas fruncidas, una bolsa con hielo en su mano y sus ojos clavados en mi mano y en la mano de Ignacio.
Sin saber muy bien porque mi cara se volvió como un tomate en un segundo y solté la mano de Ignacio que me miró enarcando una ceja.
—Gracias por el hielo. —Miré a André y le di una sonrisa.
De verdad que pensé que él se acercaría y me cuidaría como cuando me torcí el pie, de verdad que lo creí.
Pero lo único que hizo fue avanzar, entregarle el hielo a Ignacio, escupirme un “De nada” apresurado y caminar hacia donde estaba el resto de la gente.
Ignacio no hizo ningún comentario.
Me ayudo a levantarme y a sentarme en el sofá en el que había estado sentado André.
Me encontré acurrucándome en él buscando su olor.
Estaba mal, muy mal. Y mi cabeza adolorida no tenía nada que ver.
—Voy a ir a buscar a Lore.
Me quede quietecita en el sofá aspirando el olor de André.
Empecé a quedarme dormida, sólo me mantenía despierta las gotitas que caían de la bolsa hacia mi frente.
De pronto, el olor de André se hizo más concentrado y abrí los ojos, sabiendo que lo iba a encontrar a mi lado.
Estaba en cuclillas apoyando sus manos a ambos lados del sofá con su cara a escasos centímetros de la mía.
—No te duermas.
Me corrí hacia atrás, alejándome de su cara, tener su boca tan cerca y su olor rondándome no eran una buena mezcla.
Cerrar los ojos me pareció una idea excelente para no verlo tan cerca.
—No me duermo. —Se rió y su aliento me revolvió los pensamientos.
—Enderézate, no puedes dormirte. El golpe que te diste fue bastante fuerte.
—Nop, se esta muy cómodo aquí.
Me acomodé más en el sillón pero él no hizo nada por detenerme.
Estaba sintiéndome como ida, como si me hubiesen puesto el famoso “gas de la risa” de los dentistas.
Sentí que comenzó a levantarse y abrí mis ojos.
No sé porque, pero me dio miedo que se fuera. Mi mano salió disparada sin mi permiso a tomar la suya.
—No me dejes sola.
Me miró sorprendido pero volvió a colocarse de rodillas a mi lado.
—No me voy a ninguna parte.
No solté su mano ni él la mía, si alguien nos veía las cosas se iban a poner feas, pero estando así, era como si él pudiera alejar el dolor de mi cabeza, el me calmaba no sólo físicamente, también calmaba mi alma.
Para que no me durmiera me hablo de él. De su familia, sus tres hermanas pequeñas, su Memé que adoraba, su pasión por la medicina, por los libros, de los dos años que estudió música y de un millón de cosas más.
Yo sólo lo miraba y le hacía preguntas para que no dejara de hablar, su voz era grave pero suave, su risa hacía que mi corazón se hinchara y su sonrisa me hacía sonreir a mí, se veía tan tierno cuando lo hacía.
En medio de su monólogo llegó Lore, André soltó mi mano antes de que Lore se percatara de que las teníamos unidas. Cuando me soltó bufé y arrugué la frente y el se rió bajito y movió su cabeza como diciendo “Ay por Dios”.
Llegó Pato detrás de Lore y por supuesto, no puso cara de buenos amigos.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor, ya no estoy mareada.
André se había levantado y me miraba con una sonrisa en los labios.
Me quede mirándolo como boba y Pato se fijó.
—André, Macka te esta buscando, esta en el living.
André levantó la mano a modo de despedida y se fue.
No me dijo nada, ni cuídate, ni un no te duermas ni nada. Simplemente se fue.
Me sentí vacía en cuanto desapareció de mi campo de visión.
Volví a fruncir el ceño pero esta vez no era por el dolor de cabeza.
Podía sentir como ese hilo que me unía a él iba arrastrando tras de tu paso pequeños trocitos de mi corazón.

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