23 de septiembre de 2012

Nueve


“El alma al aire.”

Eran las ocho de la noche y con Lore estábamos en la casa de Anto para prepararnos e irnos al cumpleaños de Pato.
Había sido un manojo de nervios insoportables todo el día.
Anto se ofreció a hacerme una especie de agua de hierbas para calmar los nervios antes de que Lore se enojara conmigo por lo insoportable que estaba.
—Lore, entiéndeme, no los he visto juntos desde que se aparecieron en mi departamento ¿Cómo quieres que me sienta? Ni siquiera sé si la voy a saludar.
Había visto a Ignacio muchas veces en la Uni y sin contar nuestra última conversación, me comportaba como gente civilizada la mayoría del tiempo.
Pero ver a Marce era algo distinto.
La extrañaba horrores, había sido mi mejor amiga durante demasiado tiempo y no tenerla ahora era extraño, pero seguía doliéndome lo que había pasado.
—Quizás hablar con ella como lo hiciste con Ignacio te ayude un poco —levantó sus manos—. Sé que piensas que me pongo de su lado, pero no es así. Sé que la extrañas —me sonrío—, muchas veces dijiste que nunca dejarías que un hombre se interpusiera en una amistad. ¿Entonces?
Lo pensé.
Si, recuerdaba haber repetido eso millones de veces, pero las cosas cambiaban cuando se estaba en esa situación. Pasaba con todas las cosas que uno prometía con los ojos cerrados, sin preguntarse de verdad que pasaría si alguna vez llegabas a estar en ese aprieto.
A mí me pasó eso.
—La verdad, no creo que vaya a escuchar nada nuevo —Lore abrió la boca para contradecirme, así que aclaré—. Me refiero a que sí, que Marcela me cuente las cosas y poder entender su punto de vista o al menos tratar de entenderlo, será nuevo, pero no sé si quiero seguir escuchando que se aman locamente —cerré los ojos y apoyé la cabeza en mis manos—. Ni siquiera sé si voy a poder verlos juntos de nuevo. Me da miedo.
Lore se acercó y me rodeó con un brazo.
—Eres la persona más comprensiva que conozco. No digo que la vayas a perdonar hoy, pero hablar te va a ayudar a cerrar esto. Hará que te duela menos. Al menos sirvió cuando hablaste con Ignacio, así que creo que será lo mismo ahora.
Sólo asentí con la cabeza.
Llevaba más de dos meses escapando de este encuentro. Siempre arrancaba de todo lo que me daba miedo o me incomodaba.
No podía seguir siendo así de cobarde, al menos, no con esto.
Me salí del abrazo protector de Lore y me levanté de la cama.
—Será mejor que te arregles, no querrás que la gente diga que la novia del cumpleañero parecía un espantapájaros.
Lore me saco la lengua pero se puso de pie para ir a buscar que ponerse.
El ropero de Anto era del porte de mi habitación. Se parecía al de Cher de la película “Ni idea”, sólo le faltaba tener el computador para elegir el mejor atuendo. Tenía tanta ropa como una tienda. Según Anto, era algo que solía pasar cuanto tu mamá era un diseñadora de ropa que pasaba más tiempo en el extranjero que en su propia casa.
Mientras Lore apretaba el botón para hacer girar la ropa, yo me entretenía mirando los zapatos de Anto.
Esta pieza era el paraíso de cualquier mujer, mis amigas podían pasar aquí horas e incluso yo, que no era muy aficionada a los zapatos, carteras y ese estilo de cosas —sólo usaba tacos cuando era absolutamente necesario— solía mirar bastante.
—Ha llegado el alivio, Chia.
Me volví hacía Anto con una sonrisa sarcástica en la cara.
—¿Te ha llamado Pato para decirte que la parejita del año no irá?
—Pensando bien, ha llegado el tranquilízate, no el alivio —mi amiga me miró divertida mientras me entregaba la taza de agua de hierbas—. Mi mamá siempre se toma esto cuando le dan sus ataques de nervios, así que ten por seguro que te servirá —se dio vuelta para mirar a Lore—. ¿Elegiste algo ya?
Lore dejo de dar vuelta la ropa y miró a Anto.
—Esto es imposible, hay demasiada ropa como para poder fijarme en una en especial.
—Ni siquiera sé porque estas revisando ahí, sólo hay vestidos y faldas. —A ambas les entró la risa tonta, las miré divertida y me fui a sentar a la cama.
—¿Dónde tienes la ropa normal?
Anto me miró y me apunto hacía dentro del closet.
—Es obvio; pantalones, poleras y chaquetas doblabas adentro.
—Oh si, muy obvio que en este bunquer gigante de ropa podamos encontrar algo normal. —Le tiré un cojín sabiendo que no me atacaría porque estaba con la taza en una mano.
Ambas desaparecieron dentro del closet.
Yo me entretuve escuchando sus risas y pasando por todos los canales del cable sin detenerme en ninguno en especial.
Sonó el teléfono de Lore y miré la pantalla para ver quien llamaba. Vi que era Pato así que conteste.
—¿Aló?
—¿Quién es?
—¿Cómo que quién es? Mal hombre que no reconoce la voz de sus amigas.
—Chia —se rió—, lo siento, he hablado con tanta gente hoy que ya todos tienen la misma voz.
—Me imagino, mi pésame para tu tímpano —me reí y puse atención a Lore que me gritaba que le preguntara a Pato que quería—. Lore está ocupada ahora, ¿Qué le digo?
—Dile que me llame cuando se desocupe, nada importante.
Había algo que no me estaba diciendo pero preferí hacerme la que no entendía.
—Ok, yo le digo, nos vemos cumpleañero.
—Chau.
Cerré el teléfono y volví a meterlo al bolso de Lore.
—Tu novio dice que lo llames cuando termines de destrozar el armario de Anto.
No escuche respuestas, sólo oía la voz de Anto ordenándole a Lore ponerse unas botas que, según lo que Lore decía, tenían un taco para caerse sin haber siquiera caminado dos pasos.
Veinticinco minutos y casi un paquete entero de galletas Oreo después, Lore salió del armario pareciendo otra persona.
—Amiga, si a Pato no se le cae la mandíbula cuando te vea así, es porque es raro.
Llevaba puestas unos botines negros con un taco aguja tan alto que sólo de mirarlo me daba desconfianza, pantalones apretados y una polera de pavilo roja. Y llevaba puesto maquillaje, no mucho, pero si lo suficiente para resaltar sus rasgos.
Cualquiera hubiese dicho que no era una vestimenta para matar, pero que Lore se vistiera así era un avance, solía vestirse con lo primero que encontraba.
—Ahora que te he dejado transformada, me iré a arreglar yo, uno nunca sabe a quién puede conocer.
Anto se internó en su armario mientras Lore se sentaba a mi lado en la cama, sacaba la última Oreo y tomaba su móvil.
—Hola amor —nunca me había fijado lo melosa que se ponía Lore cuando hablaba con Pato, ya fuese por teléfono o en persona. Fue un descubrimiento que hice después de terminar con Ignacio. Al parecer, los solteros tenemos un bajo nivel de resistencia a estas cosas—. ¿Qué pasó? —A medida que Pato le hablaba, Lore mordisqueaba la galleta y arrugaba su frente. Traté de pegarme al teléfono y escuchar, pero me corrió—. Ok, yo lo llevo. No, no hace falta, yo lo llamo cuando estemos saliendo para que me espere en la plaza —puso los ojos en blanco—. Si Pato, si sé. Te amo, nos vemos.
Colgó y me miró con ojos inquisidores.
—¿Qué pasa? —sin saber por qué me estaba poniendo nerviosa.
—Pato me pidió que pasemos a recoger a André y a Macka.
Las galletas y el agua de hierba debían de haber tenido algo, porque si no era así, no encontraba razón para que mi corazón se hubiera puesto a correr los cien metros planos en cuanto escuché el nombre de André.
—Eeeeh —Lore me seguía mirando de forma rara. Ladeé la cabeza—, ¿Por qué me miras así?
—Pato tiene la idea de que hay algo raro entre tú y André —se me secó la garganta y me puse nerviosa—, pero le dije que es estúpido porque se han visto sólo, cuánto ¿3 o 4 veces? Aun así me dijo que te recuerde que está feliz con Macka.
La absurda preocupación de Pato me ponía de mal humor.
—Creo que tendré que tener una pequeña charla con Pato y aclarar su estúpida cabeza. —Me reí pero me salió una risa nerviosa—. Las cosas ridículas que se le ocurren.
Lore me siguió mirando y levantó sus hombros.
—Yo sólo repito lo que él dijo. —Cuando salió Anto vestida y lista, bajo el volumen—. Pero debo decir que ayer sorprendí a André mirándote varias veces.

Treinta minutos después, íbamos en el auto de Lore camino hacia la Plaza Anibal Pinto donde nos iban a estar esperando André y su modelo-novia.
Anto iba en el asiento trasero y yo ocupaba el asiento del copiloto por órdenes de Lore.
Cuando nos detuvimos en el semáforo de la plaza, vimos acercarse a André y a Mackarena al auto.
—Creo que la novia de André debe estar congelándose.
Asentí con la cabeza y Lore también. Llevaba puesta una falda plisada más arriba de la rodilla, un abrigo que no le tapaba la falda, medias caladas y botas hasta la rodilla. Por supuesto no llevaba bufanda, habría arruinado su imagen.
Debían hacer cerca de tres grados de temperatura, demasiado frio siquiera para pensar en ponerse una falda y ella incluso se ponía unas medias caladas.
Me fijé en que André llevaba puesta una chaqueta negra,  pantalones de lo más simples y una bufanda ploma alrededor de su boca. Se veían tan disparejos juntos.
André abrió la puerta, dejo que subiera la modelo y luego él.
—Hola Lore, gracias por venir a buscarnos.
—Las palabras de Pato son mis órdenes.
Espere que la modelo saludara pero no dijo ni pío. Quizás yo la estaba juzgando mal y la chica era tímida.
Me volví hacía atrás.
—Hola —trate de dar mi sonrisa más cálida, pero se quedó a medio camino cuando vi cómo se ampliaban los ojos de André al verme.
—Hola —me dio una sonrisa tirante—, ¿Cóm…?
—Hola —miré a la modelo con expresión de verdadera sorpresa—. Soy Mackarena, la novia de André —¿de verdad lo estaba diciendo como si estuviera marcando su terreno? Yo era inofensiva—.  Creo haberte visto ayer.
Lo dijo de una manera tan despectiva que me odié por haber pensado en ser simpática con ella.
—Sip, estaba ayer. Me llamo Chiara.
Se rió en mi cara, descaradamente.
André la miro callándola con los ojos.
—André me dijo ayer tu nombre pero pensé que era broma, es un nombre muy poco común. —Seguía riéndose. Yo definitivamente había perdido la sonrisa y me debatía entre cerrarle la boca de un golpe o gritarle algo ofensivo, y eso que no solía ser una persona agresiva. Ni siquiera pensé en darle alguna explicación de mi nombre.
André miraba a su novia sin poder creer que siguiera riéndose pero tampoco hacía nada por callarla.
Anto, dándose cuenta que nadie diría nada, decidió intervenir.
—Yo soy Antonia —la modelo se quedó callada y la miró de arriba abajo. Anto también parecía una modelo así que debe haberse sentido con un poco de competencia—. Gusto en conocerlos.
André pareció salir de su estado de shock y le sonrío a Anto.
—No te vi ayer.
Anto se rió y lo miró como si estuviera loco.
—No soy compañera de las chicas —puso su cara de suficiencia—, estudio Derecho en la Católica.
A la modelo se le abrió la boca hasta casi tocar el piso. Era la reacción general que la gente tenía cuando escuchaba eso, la mayoría no creía que Anto tuviese suficientes neuronas para estudiar algo así, pero mi amiga era una verdadera genio.
—¿Y cómo las conoces? —Esta vez fue la modelo la que habló.
—Con Chiara fuimos compañeras de colegio, a las demás las conocí cuando entramos a la Uni.
—Aaaaah.
Y se hizo el silencio.
Yo miraba por la ventana, demasiado consciente de que detrás estaba sentado André.
Cuando estacionamos fuera de la cada de Pato me volvieron todos los nervios.
—¿Estás bien?
Lore me miraba con cara de preocupación. Le sonreí
—Sólo estoy nerviosa, no pasa nada.
Me di vuelta cuando escuché el motor de un auto.
Es increíble como, cuando uno pasa mucho tiempo al lado de alguien, se termina acostumbrando a sus gestos, a su tono de voz y puede reconocerlos donde sea.
A mí, además de con la gente, me pasaba eso con los objetos.
Por eso fui capaz de reconocer sin ningún problema el jeep de Ignacio cuando se estacionó tras de nosotros.
Yo esperaba encontrármelos dentro, rodeada por más gente que me sirvieran de escudo si no quería verlos, pero estando aquí fuera sería demasiado notorio si salía corriendo y me escondía.
Además mis pies no se movían.
Lore me miró tratando de preguntarme con la mirada que quería que hiciera, pero yo estaba demasiado concentrada mirándolos bajarse del jeep como para responderle algo.
Se bajaron los dos al mismo tiempo y ella se quedó en la puerta esperándolo mientras el rodeaba el auto.
Comencé a tiritar.
—¿Te sientes bien?
Despegué los ojos de la pareja para ver que André se había colocado a mi lado. Verlo a él aquí sólo me hizo recordar el día que lo conocí en la biblioteca y todo lo que había pasado. Se me llenaron los ojos de lágrimas.
Su ceja se levantó y su cara de tiñó de preocupación.
Volví la vista hacía Ignacio y Marce que se habían percatado de mi presencia y también se habían quedado donde estaban.
Durante un segundo que pareció eterno nos miramos fijamente hasta que se escuchó un gran grito chillón alegre proveniente de mi lado.
—¡Marce! Tanto tiempo sin verte. Hola Ignacio.
Me quede de piedra mientras veía que Mackarena iba corriendo con total naturalidad a saludar a Marce y a Ignacio, como si fueran viejos amigos.
André, al escuchar el grito de su novia, miró hacia los recién llegados y levantó la mano.
—Hola chicos, tanto tiempo sin verlos.
Espera, ¿Qué era esto?
Miré a Lore y a Anto que estaban mirando igual de sorprendidas que yo.
André se había cercado donde estaban los otros tres y comenzaron a hablar y a caminar hacia donde estaba yo.
Obligué a mis pies a despegarse y a salir corriendo, pero cuando pude hacerlo, ya estaban a mi lado.
Marce me miró con miedo, Ignacio tenía una sonrisa estúpida en la cara y la modelo, sin percatarse de la tensión en el ambiente, abrió su gran e inteligente boca.
—Marce ella es Chiara, es amiga de la novia de Pa…
De pronto, se quedó mutis y la miré extrañada.
Se llevó la mano a la boca y abrió los ojos sorprendida mientras Marce ponía cara de lo que viene no es bueno.
Mackarena me apuntó.
—Tú eres Chiara.
La miré sin saber que decirle.
Miró a Marce y luego a Ignacio.
—Es ella, ¿verdad?
Marce comenzó a hacerle señales con las manos para que se quedara callada y fue ahí cuando entendí. O al menos, entendí algo.
Ella sabía lo de ellos desde antes que yo, y André también.
Y si ellos habían salido juntos, como una salida en grupo, eso quería decir que Pato también sabía.
Lore no, su mirada de asombro cuando vio que Mackarena los saludaba era autentica. La conocía muy bien para saber cuándo mentía y cuando no.
Los ojos de André también se abrieron cuando reconoció quien era yo, pero lo que más me sorprendió fue la mirada de odio que me dio Mackarena.
Fue una mirada de odio pura que hizo que me recorriera un escalofrío.
—No sé cómo puedes venir aquí. —la modelo me lo dijo con odio contenido y una voz fría como un tempano de hielo.
La miré sin comprender y busque a Marce con la mirada para que me explicara.
Y fue ahí cuando realmente entendí lo que pasaba.
Ella o ellos, no sé la verdad, habían torcido la historia para hacerme parecer a mí como la roba novios y la mata felicidad.
¿Cómo podía ser la gente tan calculadora y mala?
Miré a Marce y a Ignacio y moví la cabeza en un gesto  de negación.
La boca de Marce empezó a temblar y me miró con ojos de súplica. Ignacio no hizo nada.
—Yo pensé que habían caído bajo —me reí y se escuchó como una risa de loca. Miré a Marce y la atravesé con la rabia que sentía—, incluso pensaba hablar contigo hoy para tratar de arreglar las cosas —seguí moviendo la cabeza—. Realmente he sido una estúpida.
Me di vuelta y entré a la casa, sentí que alguien caminaba detrás mio, y cuando diferencié que eran dos pares de tacones, supe que eran Anto y Lore que también entraban.
Toque la puerta y me abrió Roberto, un compañero de Pato.
—Hola, Chia.
Me abrazó y de verdad pensé que iba a romper a llorar, pero sólo me reí, casi histéricamente.
Robert me miraba extrañado, pero mi risa fue tan contagiosa que enseguida comenzó a reír conmigo.
Tuve que sentarme en un sofá porque no podía estar en pie, Lore y Anto también se reían y los pocos invitados que habían llegado nos miraban como si estuviésemos locas.
Yo me reí, reí y reí, y las lágrimas que derrame fueron a causa de la risa y del alivio de al fin conocer la verdadera cara de la gente en la que más había confiado.

Dos horas más tarde y luego de haber consumido varios vasos de vodka naranja, caminé hacia el patio para tomar un poco de aire.
Dentro, la fiesta estaba en pleno apogeo, había al menos unas cien personas y el ambiente estaba saturado con olor a cigarro, alcohol y a sudor de la gente que estaba bailando.
Ignacio y Marce habían estado inusualmente callados, Marce más que él, y no les había vuelto a hablar el resto de la fiesta.
La novia de André se me había acercado con la disculpa marcada en su cara pero me escabullí entre la gente, no quería hablar de cosas malas.
Me senté en una pequeña muralla que rodeaba un jardín de petunias que la mamá de Pato cuidaba como si fueran sus hijas.
En esta época del año ya estaban marchitas, pero el espectáculo de colores que las flores daban en primera y verano era espectacular.
Todo el jardín era un arco iris, ahora sólo florecían los Camelio y otros árboles que no tenía idea como se llamaban, pero la Sra. Virginia siempre lo mantenía limpio y bien cuidado.
Saqué un cigarro de mi cajetilla y lo puse en mi boca, sólo para darme cuenta que no tenía encendedor.
Me levanté de la muralla, pero al darme la vuelta choque tan fuerte contra alguien que me tambaleé hacia atrás pero me sujetaron antes de poder caer al suelo.
—Lo siento. —Miré hacia arriba y vi que era André con el que había chocado y me sentí de pronto, tímida e indefensa.
—No importa.
Me solté de su agarre como si me hubiese dado un golpe de electricidad, había dicho que me mantendría lejos de él y lo cumpliría.
Volví a sentarme en la muralla y él recogió algo del suelo y se sentó a mi lado.
—Toma. —Me entregó mi cigarro.
—Oh verdad, yo iba a buscar fuego.
Volví a levantarme pero el levanto su brazo cerrándome el paso.
—Increíble que le digas a tus pacientes que fumar hace mal cuando tú también fumas.
Le saqué la lengua.
Seguía sin mover su brazo así que me moví para pasar por delante de él pero me tomó el brazo.
Me di vuelta sorprendida.
—Eeeeh —me hormigueaba el brazo, me sentía tan rara—, ¿puedes soltarme?
—Yo tengo un encendedor, siéntate.
—¡Já! ¿Tú también fumas?
Me senté pero me corrí un poco, no quería tenerlo muy cerca, su cuerpo irradiaba calor y daban ganas de acurrucarse en su costado.
—No fumo, pero Macka sí. Tomé la costumbre de andar con un encendedor porque ella siempre los pierde.
Este hombre estaba realmente enganchado de la modelo. O quizás sólo era precavido, no sé.
Saqué otro cigarro de mi cajetilla y estiré la mano para que él me entregara el encendedor, pero el negó con la cabeza.
—Yo lo enciendo.
Rodé los ojos pero puse el cigarro en mi boca y él acercó el encendedor hacia mi cara. Cuando lo prendió salió una llama gigante y yo pegué un salto hacia atrás y mi cigarro cayó, pero ahora en mis manos.
—Perdón —lo miré y vi que estaba tratando de no reírse. Bajó la llama—. Ahora sí.
Activó el encendedor y la llama le iluminó la cara.
Sus ojos me miraban divertidos y vi que se mordía el labio por no reírse.
No pude aguantarlo y me dio otro ataque de risa, el también rompió a reír con todas sus ganas cuando vio que yo me doblaba de tanto reírme.
Me costó tranquilizarme y a él también porque cuando nos mirábamos nos volvía la risa con más ganas.
Me quede quieta mientras él me ofrecía el encendedor, cuando lo tomé de sus manos rocé su palma y un escalofrío me recorrió la espalda, saqué mi mano rápidamente y me concentré en encender mi cigarro.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —No lo miré cuando hable.
—Claro.
Levanté la vista y él me estaba mirando pero no pude leer la expresión en su cara, estaba muy oscuro.
—¿Hace cuánto conoces a Marcela y a Ignacio?
No contesto de inmediato, se tomó su tiempo. Pensé que tendría que decirle algo más, pero no fue necesario.
—Hace unos 5 meses —hizo un silencio y con la mano le indiqué que siguiera—. Conocí a Ignacio en uno de las fiestas de las OND. Volvimos a toparnos en otra fiesta después y las chicas se llevaron bien. Ellas siguieron el contacto así que de vez en cuando salíamos los 4.
Me quedé callada un rato antes de hablar de nuevo.
—¿Pato salió alguna vez con ustedes? ¿O que haya estado en el mismo lugar que ellos dos?
—No —esta vez respondió de inmediato—. La fiesta de las OND en la que conocí a tu ex Pato no fue, y a las otras tampoco.
Entonces Pato no sabía de antes.
No le había dicho nada porque era su cumpleaños y no quería incomodarlo, pero me alegraba de haber hablado antes con André, así no habría hablado sin fundamentos.
Nos quedamos en silencio mucho rato, no me pregunto nada más y se lo agradecí en silencio, no quería hablar de nada que tuviera que hablar con ellos.
—¿Cuántos años tienes? —Me di cuenta que no sabía nada de él y aunque me desesperaba la mayoría del tiempo, no era tan malo.
—Veinticinco. Cumplo Veintiséis en un mes más.
—¿En serio? —hizo un gesto afirmativo con la cabeza—. Yo también estoy de cumpleaños en Agosto.
—¿Cuándo?
—El doce, ¿y tú?
—El diez.
Silencio otra vez, pero no me molesté en hablar porque era un silencio cómodo.
Odiaba admitirlo, pero con él me sentía cómoda, mucho más que eso en verdad.
Sentí que me estaba mirando y me volví para preguntarle qué pasaba, pero estaba mucho más cerca de mí de lo que pensé, su nariz casi rozaba la mía.
Mi pulso se fue a los cielos pero no me moví un centímetro.
Su olor como entre hierbas, algo picante y sándalo me envolvieron y me nubló los sentidos.
Levanté la mirada y me encontré con sus ojos.
Estaba muy oscuro pero aun así podía verlos brillar.
No me dieron ganas de moverme y podría haberlo mirado por siempre, sus ojos despedían ternura.
Baje la vista y me fijé en su boca.
Por el rabillo del ojo vi que su mano se levantaba.
La apoyo en mi cara y cerré los ojos ante el calor que desprendía su mano. Di vuelta mi cabeza y la acurruqué en la palma de su mano.
Abrí los ojos y lo miré.
Bajó su cara y me besó la punta de la nariz. Apoyé mis manos en su pecho y él sujeto mi cara en sus manos.
Cerré los ojos y sentí su boca en la mía.
Se me escapó un suspiro y sentí que André sonreía, pero no me soltó.
Volvió a besarme y acarició mi pelo.
En algún rincón de mi cabeza había una vocesita que, molesta, me decía que estaba besando a un casi extraño que además, tenía novia.
Pero la callé.
Se sentía tan bien.
No quería que el beso se acabara nunca.

1 comentario:

  1. O.O se besaron!... su cumpleaños es el 12 de agosto *-* igual el mio!
    :) no puedo esperar al final!

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