24 de septiembre de 2012

Catorce


“Goodbye my almost lover.”

Me quedé mirándolo como si en cualquier momento fuera a desaparecer.
¿Qué demonios estaba haciendo aquí?
—Hola.
El pobre tenía los labios morados y la mandíbula le temblaba. Se notaba que estaba haciendo un esfuerzo por no tiritar.
—¿Por qué estas todo mojado?
Las ganas de abrazarlo eran tan grandes que me enterré las uñas en las palmas de las manos.
Obviamente el gesto no le pasó desapercibido.
No decía nada, solamente me miraba con cara de cachorrito herido.
—Tú misma me lo dijiste, afuera llueve.
Casi me río. Alcancé a convertir la sonrisa en una mueca.
—Existe lo que se llama paraguas.
—Con este viento los paraguas quedan reducidos a nada. —Tomó airé y me miró y pude jurar que casi me hundo en sus ojos—. ¿Podemos hablar?
Lo miré a él y miré hacia dentro donde mi mamá estaba asomada desde la puerta de la cocina mirándome con cara de intriga.
—Está mi mamá adentro.
Rodó sus ojos.
—Chia por favor. Estoy muerto de frío, ¿sólo cin…?
Levanté un dedo haciéndolo callar.
Escuché el sonido de pasitos corriendo por el pasillo, dos pares de pasitos y supe que poder despachar a André a su casa o a donde sea que se fuera no iba a ser posible.
—Mierda —dije bajito.
—¿Qué?
Se dio la vuelta justo para ver aparecer a Joaquín corriendo con todas sus ganas y muy por detrás de él venía Martina dando pasitos temblorosos. Me sonreí.
—Tía Tiaraaaaaa. —Joaquín estaba pasando por esa fase en la que no pronuncia las Q ni las R, y como mi nombre al decirlo sonaba como Kiara, mi pobre sobrino estaba perdido.
Mi sobrino abrió sus brazos para estrellarse en mis brazos pero cuando vio a André se paró en seco y cayó sentado sobre su trasero.
—¡Joaco!
Pasé corriendo por al lado de André que se aguantaba la risa. Joaco lo miraba con cara de susto, como si André fuera un monstruo que se lo quisiera comer.
—¿Estás bien?
Mi sobrino se agarró de mi cuello casi ahorcándome como si yo me fuera a desaparecer de un día para otro.
—¿Tien es él? —me susurró en mi oído y apuntó con su manita regordeta a André que estaba atrás de nosotros.
—Un amigo.
Me levanté con él en brazos y me giré hacia André.
—Joaco, él es André.
André se aceró y le estiró la mano tratándolo como un niño grande. A Joaco le gustó eso.
—Hola.
Él estiro su manita todo cohibido y puso esa voz que sólo guarda cuando tiene miedo pero no quiere demostrarlo.
—Hola. Soy Joatín.
—Mucho gusto Joaquín, yo soy André. Un amigo de tu tía.
Joaquín se acercó a mi oído y me pidió que lo bajara.
Estando en el suelo se acercó a André y lo miró a la cara.
—¿Eres el novio de mi tía?
Ay mi Dios. Niños. Me puse roja de pies a cabeza comencé a mirar cuanto le faltaba por llegar a mi hermana.
André comenzó a reírse y le revolvió el pelo a Joaquín.
—No amigo, no soy su novio.
Lo miré y él levanto los hombros como diciendo “es la verdad”. Empecé a enojarme de nuevo.
—Chiara.
Me di vuelta para ver a mi hermana, mi cuñado y a Martina en sus brazos.
—Hola.
Tener a André todo mojado en la entrada de mi departamento ya no era una opción y era probable que mi mamá lo invitara a almorzar y lo obligaría a comer aunque él ya hubiera almorzado. Yo y mi suerte.
—Hola Cata, Hola Rodri. —Los saludé a los dos con un beso en la mejilla, los ojos de mi hermana iban de André a mí. Le mande un mensaje con los ojos que decía “no se te ocurra preguntar” y tomé en brazos a Martina—. Hola preciosa, ¿puedo tener un beso?
Martina me tomó la cara con sus manitas pequeñas y me tapó la cara a besos. Me puse a reír.
De pronto sentí un tironcito en mi poleron. Miré hacia abajo y estaba Joaquín. Me puse a su altura.
—Tía, Andé tiene fdío.
Miré a André con cara de odio. Mandar a mi sobrino con recaditos era jugar sucio.
Me di vuelta y le entregué a Martina a mi hermana.
—Él es André —dije apuntándolo. Él levantó la mano saludando.
—Me acercaría pero prefiero dejar el sector mojado sólo aquí.
Mi hermana y mi cuñado se rieron y lo saludaron también.
Solté un gritito casi insonoro de exasperación
—Entren ustedes mientras, mamá está en la cocina. Dile que yo ya voy.
Pasaron por mi lado y mi hermana me dijo “Está bastante guapo” y entró en el departamento.
Cuando estuvimos solos en el pasillo me quedé mirándolo un buen rato.
—Me va a dar neumonía —me dijo con ojos tiernos.
—Te lo mereces por mandar recaditos con Joaco.
—¿Podremos hablar algún día?
Solté un suspiro y me acerqué a él.
—Mi hermana ya te vio, ahora no te puedo mandar de vuelta así como estas. —Abrí un poco más la puerta—. Entra.
Me miró igual como un niñito mira la bicicleta que siempre quiso.
—¿De verdad?
No pude evitarlo y le di una sonrisa.
—De verdad.

Luego de las presentaciones y de la obvia invitación a comer, llevé a André prácticamente a rastras a la pieza de invitados, donde sabía que había ropa que Pato había dejado olvidada desde hace meses.
—Esto es de Pato. —Se lo pasé junto con una toalla—. El baño es la puerta de al lado, puedes cambiarte ahí.
Cuando iba saliendo de la pieza me tomó la muñeca y me dio vuelta. Me arrinconó en la puerta que estaba entre abierta hasta que mi espalda tocó la madera y él se puso muy, muy cerca de mí.
Evité mirarlo.
—Me estás mojando.
Se acercó todavía más a mí y puso una mano al lado de mi cara y con la otra sujetó mi cintura.
—Prométeme que vamos a hablar y te suelto.
—No tenemos nada de qué hablar.
Inclinó su cabeza hasta que su frente tocó la mía, su aliento hizo que me temblaran las piernas.
—Te equivocas, sí tenemos.
Antes de que pudiera responderle algo, me besó.
Mi mente se bloqueó pero me obligué a levantar las manos y apartarlo.
—No. —Me alejé unos cuantos pasos de él—. Si quieres hablar, perfecto. Pero cero contacto físico. —Asintió—. Y primero te cambias de ropa y comemos.
Me di media vuelta y me fui casi corriendo a la cocina sabiendo que me esperaba un interrogatorio.
Mi mamá fue la primera en empezarlo.
—Él es el que te vino a dejar ayer noche, ¿verdad?
—Sip, es él.
—¿Y a qué vino?
Oh mierda. Piensa en algo rápido, piensa en algo rápido.
—Venía del Bravísimo[1] y su paraguas se rompió. Yo soy la persona que vivía más cerca así que vino acá a buscar techo.
Sus miradas me decían que ni en sueños se tragarían una excusa como esa, pero lo dejaron pasar.
—¿De dónde lo conoces?
—Es amigo de Pato.
La cara de mi mamá se suavizó al instante y supe que ya lo estaba colocando en su cabeza dentro de la carpeta de niños buenos.
—¿Qué estudia? —Mi hermana seguía taladrándome con sus ojos.
—Medicina —lo dije como si fuera obvio.
El interrogatorio se terminó sin que me sintiera especialmente amenazada. Mi hermana se sentó conmigo en la mesa de la cocina.
—¿Has visto a Ignacio? —Bajó la voz. Mi mamá tenía prohibido nombrar a Ignacio, lo había querido mucho y ahora decía que si lo veía lo estrangulaba.
—Sip. De hecho antes de ayer lo vi a él y a Marce en el cumple de Pato.
A mi hermana se le abrieron los ojos como plato.
—¿A los dos? —Tomó una de mis manos y me miró con pena—. ¿Qué hiciste?
—Nada. —Me encogí de hombros—. Es más, con Marce como que medio nos arreglamos.
—¿QUE?
—Eso. Ese fue un día extraño. —Miré hacia donde estaba mi mamá—. Después te cuento.
—¿Tiene que ver con el guapetón de la entrada? —preguntó levantando sus cejas de forma sugerente. Me puse roja.
—Algo.
—¿Qué pasa con él?
—Nada. —Rodé los ojos—. Tiene novia.
—Perfecto.
—Ajá.
Nos quedamos en silencio mirándonos como procesando la información y viendo qué hacer con ella.
Escuché risitas provenientes del living mientras una voz grave que se escuchaba amortiguada hablaba.
—Voy a ver a los niños.
Me levanté y cuando entré al living vi la escena más tierna que podría haberme encontrado.
André estaba todo desparramado por el sofá con Joaquín en su espalda haciéndole cosquillas y Martina que le daba pequeños golpes en la cabeza. Se me derritió el corazón viéndolo así.
—Muede monstdo, muede.
Me quedé mirándolo un segundo más del necesario y luego comencé a caminar hacia ellos.
—¿Necesitan ayuda?
Los tres levantaron la cabeza al mismo tiempo. Los tres tenían las mejillas rojas y los ojos brillosos. Era como para sacarles una foto.
—Siiiiiii. Tía tu también tienes que matadlo.
—¿Me das ese honor Joaco?
—Clado.
Me acerqué a André y comencé a hacerle cosquillas en el lado contrario en que se las hacía Joaquín.
—No… no. —Risas, risas, risas—. Por favor no. —Más risas—. S… soy muy co… cosquillo… lloso.
Con más ganas que antes le hice cosquillas por todo su estomago, el pobre estaba rojo, pero feliz.
—Mira cómo juegan los niños.
Me di la vuelta sacando las manos cerca de André para ver a mi hermana y a mi cuñado detrás de nosotros mirándonos con caras divertidas.
—Estábamos matando al monstdo mami.
Martina asentía enérgicamente con su cabecita.
—Me parece muy bien. Pero ahora el Monstruo y el resto de sus cazadores deben ir a comer.
Joaquín salió volando hacia la mesa y Martina se bajó lentamente del sofá a pedirle brazos a mi hermana.
Miré a André que seguía tirado en el sillón tratando de recuperar el aliento.
—Me atacaron de pronto.
—Suelen hacerlo así.
—¿Cuántos años tienen? —Se sentó en el sofá y se arregló el pelo. Desvié la mirada para no quedarme mirándolo como boba.
—Joaquín tiene 6 y Marti 2 años.
Me levanté del suelo y me quedé a su lado esperándolo.
—¿Y tu ropa?
—Mmm. ¿en el baño?
Le eché una mirada de odio.
—Ve a sentarte mientras, iré a ponerlas en la secadora.
Corrí a la velocidad de la luz para no dejarlo sólo tanto rato en la mesa y no se sintiera incomodo. Pero cuando llegué él estaba relajadamente hablando con todos y riendo. Encajaba a la perfección.
Moví la cabeza desterrando el pensamiento. Yo no iba a caer de nuevo.
El almuerzo fue uno de los mejores que he tenido comiendo con mi familia, y digamos que en 21 años de vida he tenido varios. André era ingenioso, hacia que Joaco hablará mucho y le daba ideas a mi mamá para instalar su mini jardín en la terraza. Con mi cuñado hablaban de todo, como si fueran dos viejos amigos. A los 5 minutos de estar comiendo dejé de sentirme incomoda y comencé a disfrutar, así de genial se sentía todo.
3 horas, muchas risas y juegos después, Joaquín y Martina estaban sobre mi cama durmiendo como dos angelitos.
André y yo estábamos sentados en el suelo con nuestras espaldas apoyadas en el borde de la cama.
Sabía que ahora hablaríamos y no quería, de verdad que no.
¿Qué me podría decir que yo ya no supiera? Yo quería estar con él pero no podía compartirlo, tan simple como eso. ¿Era egoísta de mi parte sentir eso? ¿Era mala por querer que Macka lo dejara en paz? Es decir, ¡ella lo engañaba por el amor de Dios! Y él estaba ahí para ella y no para mí.
Sentí que me estaba mirando y mis manos comenzaron a temblar.
—No quiero que esto termine.
No lo miré, no podía.
—Esto… ¿Qué es esto? —le dije conteniendo el temblor de mi voz.
—No sé lo que estamos haciendo pero me gustaría saberlo, y para eso, te necesito a ti a mi lado.
Tomar aire se estaba haciendo difícil. Me corrí un poco más hacia la izquierda alejándome más de él.
—Yo no puedo estar a tu lado si tú estás con alguien más. —Lo miré—. Me volví loca y por un segundo dije “está bien, puedo hacer esto”. Pero luego recordé que te debes a alguien más y esa persona estará ocupando el 90% de tu tiempo. Yo no quiero estar sentada en la banca de reservas. Contigo yo quiero algo distinto y ahora mismo no puedo tenerlo.
Apoyó su cabeza en la cama y supe que esto se había terminado. No más.
Se me quedó atrapado un sollozo en la garganta. Me prohibí romperme con él aquí y no lloraría aunque él se fuera. Yo no podía llorar, fuera lo que fuera que había pasado entre nosotros había sido ínfimo, muy raro y corto, y no merecía ningún tipo de lágrimas.
Se levantó y me miró con unos ojos que no supe descifrar.
—¿Me vas a dejar a la puerta?
—Claro.
Me levanté con cuidado para no despertar a los niños.
Tomé la bolsa con su ropa y se la entregué.
Caminamos hasta el living para que él se despidiera.
—Sra. Cristy, me voy.
Mi mamá se dio vuelta sorprendida al igual que Rodrigo y Cata.
—¿Y los niños? —me preguntó Cata.
—Están durmiendo en mi pieza.
André se acercó a darle un beso a la mejilla a mi mamá y ella le sonrío.
—Espero tenerte de vuelta luego por aquí, eres una excelente compañía.
André sólo asintió y se despidió de mi hermana y mi cuñado. Se notaba tenso e incómodo. Mi hermana también lo notó y me miró. Negué con la cabeza y me encaminé hacia la puerta y la abrí.
Se quedó parado en el pasillo mirándome con ojos que me decían “no quiero esto”, pero, ¿que podíamos hacer?
—Nos vemos —le dije.
—Nos vemos.
Se acercó a mí y mi corazón paró de latir por un segundo, como si estuviera grabándolo todo.
Acercó su boca a mi mejilla, pero al último momento se corrió un poco y me dio un beso en la comisura de la boca. Aguanté el suspiro que amenazaba con arrancarse.
—Chao.
Levanté la mano diciendo adiós mientras daba la vuelta al pasillo para subirse al ascensor.
Cerré la puerta y me apoyé en ella cerrando los ojos.
Sólo una lágrima, me dije, sólo una.
Derramé sólo una lágrima y me la limpié rápidamente con el dorso de la mano y volví al living.
Había quedado en un punto muerto de nuevo.


[1] Bravísimo: Heladería Chilena.

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