24 de septiembre de 2012

Dieciocho


“Nunca lo planeé así, pero no tenía otra opción.”

—¿Qué pasa?
Dejé de mirar mi almuerzo y levanté la vista hacia Matías.
—Nada, ¿por qué?
—No has comido un sólo bocado y estoy seguro de que no has escuchado nada de lo que te he dicho.
Le dí una sonrisa de disculpa.
—Lo siento.
—¿Algo en que pueda ayudar?
Me lo pensé.
—¿Has engañado alguna vez a alguna de tus novias?
Me miró aguantando la risa.
—¿Es eso alguna especie de pregunta capciosa?
—No, sólo responde.
—Nunca. ¿Por?
Lancé un largo suspiró. Corrí mi almuerzo y apoyé mi mejilla en la mesa mirando en su dirección.
—Podría decirse que me gusta alguien que tiene novia. Tenía novia. —Corregí de inmediato.
—¿Cuál es el problema? Dijiste tenía.
—Cuando lo conocí estaba con ella y pasaron algunas cosas con él mientras estaban juntos.
—Oh —me sonrío maléficamente—. No conocía ese lado oscuro tuyo pequeña.
—No tengo ningún lado malévolo —solté un bufido—. ¿Por qué es tan terrible que te guste alguien que ya está ocupado?
Se inclinó hacia mi oído.
—Porque no es lo correcto.
—Me cansé de siempre hacer lo que es correcto —lo miré—. ¿No crees que siempre he sido demasiado… buena?
Se rió y cuando vio que comenzaba a enojarme se calló.
—Perdón —apuntó mi cabeza con su dedo—. Ese es el punto, tú eres demasiado buena, es eso lo que me atrae de ti. Incluso podría decirse que demasiado ingenua. Pero eso te hace ser tierna, dan ganas de protegerte.
—Ay.
—¿Puedo tener más información?
Lo mire dudando. Al diablo, ya había comenzado a hablar. Sería bueno tener una visión masculina.
—Lo conoces —le dije en un susurro—. Es André, el chico de la Valpo que empezó la práctica hoy.
—¿El que coqueteaba con una compañera tuya?
—Sí —gruñí—. Él.
—¿De dónde lo conoces?
—Es amigo del novio de mi mejor amiga de la U. Da lo mismo como lo conocí, el punto es que… Bueno, como que comenzamos algo pero no resultó porque él no quería terminar con su novia y yo no soy segundo plato de nadie. —Lo miré y me devolvió una mirada como diciendo “bien hecho”—. Luego me pidió que pasara con él su cumpleaños, pero jamás llegó. Ahora me dijo que su novia había ido a buscarlo y él no había podido llamarme. —Me quedé en silencio—. Como sea —tomé aire—, terminó diciéndome que ya no tenía novia. Traté de no darle importancia, pero cada músculo del cuerpo me dice que vaya corriendo hacia donde está.
Me miró un rato antes de responder.
—¿Sabes? Arriésgate. La vida sin riesgos no vale la pena —Lo miré como no creyendo lo que me decía—. Además, siempre puedo golpearlo si te hace daño.
Me reí y le acaricié el brazo de manera amistosa.
—Estaba celoso de ti —me reí.
—Es bueno que me vea como competencia —se me acercó—. ¿No crees que tu y yo deberíamos darnos otra oportunidad?
Me levanté en menos de un segundo y lo miré, desconfiada. Ante mi expresión no hizo más que reírse y negar con la cabeza.
—Eres demasiado ingenua, mujer. Demasiado.
Siguió hablando como si lo que dijo fuera de verdad una broma, pero yo lo conocía demasiado bien, y no era que yo estuviera viendo cosas donde no había nada, sus ojos me decían que algo de verdad había en las palabras que me había dicho. Eso hizo que me asustara.
El almuerzo siguió sin más inconvenientes.
Media hora después, estaba en la sala de muestras preparando unos frascos para unos exámenes de orina para unos niños.
Rossy llegó a hacerme compañía.
—Ese doctor me volverá loca. ¿Es posible que exista alguien tan guapo? —Estaba sacando unas cuentas así que no le respondí. En cambio, giré levemente mi cabeza para hacerle entender que la escuchaba fuerte y claro—. Por más que le pregunto cosas no responde, es un tanto evasivo.
—¿Quién? —le pregunté cuando terminé de rellenar los datos de los frascos y unas planillas. Pregunté aun sabiendo su respuesta.
—André, claro. ¿Cómo lo conoces Chia?
—Es amigo de Pato.
—Oh. Creo que comenzaré a salir más seguido contigo y con Lore.
La miré divertida.
—No te va a servir mucho. André no sale mucho con nosotras. Para ser más precisa, no sale casi nunca con nosotras.
—¿Tiene novia?
Muérdete la lengua Chia, muérdete la lengua.
—Ahora no.
La sonrisa de Rossy era gigante. Sus ojos decían “estoy en plan conquista”. Oh.Mi.Dios.
—Me parece que estas prácticas serán de lo más entretenidas.
Salió de la sala como si nada, tarareando una canción en voz alta.
Salí de la sala con la bandeja en dirección a uno de los box. Cuando entré me quedé mirando cómo André atendía a una de las niñas. Se le daba bien el trato con niños. Sonreí mientras lo miraba.
Él levanto su mirada y me taladró con ella. Un escalofrío me recorrió la espalda y me obligué a avanzar.
—Hola bonita —me arrodillé al lado de la niña—. ¿Cómo te sientes?
—Me duele aquí —me dijo apuntándose la parte baja del estómago con un puchero y los ojos llenos de lágrimas.
—Vamos a ver que es lo que pasa adentro de esa pancita. ¿Vamos a buscar a tu mami?
Asintió con su cabecita y miró a André.
—¿Tú vienes? —le tomó la mano y se la apretó con fuerza.
—No Millaray, yo no voy. Pero ella —dijo apuntándome—, te va a cuidar por mi.
Bajó la voz y se acercó a André.
—Ella es bonita, parece un Ángel.
Me puse roja. André se rió con ternura y me miró con esos ojos oscuros llenos de algo que no entendí pero que hizo que mi corazón se estremeciera.
—Tienes toda la razón, ella es muy linda.
Este hombre tenía serios problemas, era muy bajo usar a los niños para llegar a una mujer.
—Vamos pequeña.
Tomé la mano de la niña y fui hacia la sala de espera para encontrar a su mamá para que la acompañara a hacer el examen, yo esperé fuera del baño para llevar la muestra a análisis.
Cuando la mamá salió, veinte minutos después, me entregó el frasco con una sonrisa de disculpa.
—Perdona la demora, pero Millaray no tenía ganas de hacer pipí.
Le sonreí, solía pasar eso todo el tiempo.
—No se preocupe —le dije con voz amable.
Tomé la muestra junto con otras y se las entregué a Gustavo, un paramédico que era el encargado de llevar las muestras a análisis.
—Esta —le dije mostrando el frasco de Millaray—, hay que ir a dejarla ahora. La están esperando ya en el Hospital. Tienes que esperar el resultado abajo y llamar cuando lo tengas.
Me miró con cara de pocos amigos.
—¿Por qué vinieron aquí y no fueron al Hospital de inmediato?
Lo miré como si la respuesta fuera obvia.
—La niña se sentía mal Gustavo, el Hospital estaba muy lejos para bajar ahora, por eso la trajo.
No me dijo nada, simplemente me arrebató la bandeja con muestras de la mano y se fue, enojado.
De verdad que había gente que yo no entendía. La carrera que yo había elegido, y cualquiera que fuera del área de salud, requería una entrega constante a las personas, no podía entender como habían funcionarios que se enojaban cuando la gente llegaba aquí y no a un hospital. Habían hecho un juramento de proteger la vida de las personas, con esas actitudes no lo hacían.
Seguí corriendo todo el resto de la tarde, no había mucho afluencia de pacientes entre las dos y las cinco, pero había que dejar ordenado todo, ver las fichas para el día siguiente, hacer conteo de medicamentos y muchas cosas más.
Cuando dieron las 5 agradecí con todo el alma poder irme, estaba cansadísima.
Tomé mi bolso y me coloqué mi abrigo, había comenzado a correr un viento bastante frío.
—¿Para dónde vas?
Me quedé quieta en la salida del Consultorio, André estaba apoyado casualmente contra la puerta.
—Me voy.
—Se supone que nos íbamos a ir juntos. Te dije que no arrancaras.
—Yo no te prometí nada, ahora me voy.
Pasé por su lado y antes de que me diera cuenta, había puesto sus brazos alrededor de mi cintura y me abrazó. Apoyo su mentón en mi cabeza.
Me quede inmóvil grabando el momento, como olía él y como se sentía su cuerpo junto al mío, mi corazón latía tranquilo, feliz. Estaba peligrosamente cerca de caer de nuevo. Sabía que ya no tenía novia, pero eso no quitaba las decepciones que me había hecho pasar.
—Por favor —murmuró contra mi pelo. Me apretó aún más cerca de él—. Quédate conmigo.
Tomé una gran bocanada de aire, como si mis pulmones hubieran estado colapsados y tenerlo así los hubiera liberado. Saber que ahora podía tenerlo, y que ahora mismo me estaba pidiendo que me quedara junto a él, hizo que me sintiera viva de nuevo. Tenía la sensación de que después me iba a arrepentir de la decisión que estaba tomando, pero por ahora, no había lugar donde quisiera estar más que en sus brazos.
Levanté mis manos y entrelacé mis dedos con los suyos.
—Me quedo.
***
—Eres increíble.
Estábamos sentados dentro de una heladería en Valparaíso. André con un café entre sus manos, yo con el helado más grande que pude encontrar.
Luego de salir del Consultorio me pidió que fuéramos a caminar, nos pilló la lluvia en nuestra caminata y tuvimos que refugiarnos en la heladería. André, a diferencia de mi, no era una persona de lluvia. Ni de comer helado cuando hacía frío.
—Puedo comer helado en cualquier época del año, nos llevamos bien.
—Vas a morirte de frío.
—Naaaah —saqué una cuchara con mucho helado—, soy invencible.
Se acercó a mí y me dio un beso en la nariz mientras rodeaba mi cintura con su brazo. Las señoras que atendían en el local nos miraban como si quisieran ellas también estar así con alguien. Me sentí poderosa.
Apoyé mi cabeza en su hombro mientras seguía comiendo helado.
—Te tengo un regalo de cumpleaños —me miró y me sonrío con una mirada burlona—, si es que aún lo quieres.
—Lo quiero —dije mientras asentía con mi cabeza una y otra vez.
—Deja de hacer eso, te vas a marear.
—Lo siento —le saqué la lengua—. Entonces, ¿regalo?
—Eres una chica de regalos, ¿cierto?
—¿A qué mujer no le gustan los regalos? —lo miré frunciendo el ceño. Él comenzó a reírse bajito.
—Me refiero a que eres de esas personas que hiperventilan con los regalos —Me puse roja y él me dio un beso en la mejilla—. Me encanta que seas así de tímida.
Me cruce de brazos enojada.
—¿Quién dice que soy tímida? —me alejé un poco de él—. Y sí, soy una chica de regalos, hiperventilo y doy saltitos como niña pequeña cuando me dan uno. ¿Algún problema?
—No, para nada. Me gusta la gente así —Me miró como si estuviera loca—. Entonces, ¿me acompañas a mi casa?
—¿A tu casa? —me sentí cohibida y pequeña.
—Sí, para poder entregarte mí regalo.
—Está bien —le dije apretando sus dedos—, vamos.

Volver a su casa era extraño. La última vez que estuve aquí no me fijé en nada y la verdad, ahora estaba tan nerviosa que con suerte era consciente de su presencia a mi lado.
Lo seguí hasta su habitación, mis manos sudando y mi pulso en las nubes. Me debatía entre pensar que su regalo era de verdad un regalo o sólo una excusa. Debía admitir que la segunda opción no me desagradaba tanto.
Caminé y me senté en el borde de la cama mientras él iba a buscar algo a su closet. Volvió con una caja cuadrada de tamaño mediano, envuelta en un papel de regalo con círculos de colores.
—Toma.
Me lo ofreció y lo tomé. Él se sentó a mi lado en la cama y me miró con ojos expectantes.
Comencé a abrir el regalo con cuidado, tratando de no romper el papel. Cuando lo saqué, llegué a una caja de color café. Fruncí el ceño pensando que me estaba haciendo una broma de esas donde colocaban una caja dentro de otra hasta llegar a algo muy pequeño. Esos regalos terminaban por estresarme. Lo miré indecisa.
—Es algo usado, que era mío. Lore me comentó que te gustaba, no específicamente esta —señaló a la caja—, pero supongo que te va a encantar. —Me sonrío y en la esquina de sus ojos se formaron unas arruguitas.
Con la curiosidad reavivada, abrí de golpe las solapas de la caja. Se me quedo un gritito de sorpresa atrapado en la garganta.
Dentro, había una cámara fotográfica profesional, de esas negras con lente ajustable. No podía creerlo. Me encantaba sacar fotos, y había anhelado una de esas cámaras desde que tenía uso de razón.
Metí la mano a la caja, acaricié el borde de la cámara y la tomé con cuidado. Saqué la caja de mi regazo y coloque la cámara. Levanté mi vista para encontrarme con la de André que me miraba esperando que le dijera algo.
—Es hermosa —le dije en un susurro.
Sonrío de oreja a oreja.
—Debo darle las gracias a Lore por el dato.
Mi corazón se volvió gigante en mi pecho, lleno de una sensación que no me supe explicar pero que se sentía excelente.
Dejé la cámara a un lado y me acerqué a él. Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué su cara a la mía. Nuestros labios se encontraron y un escalofrío me bajo por toda mi columna. Fue un beso como ningún otro que me hubiera dado, había escrito amor en cada roce de sus labios.
Mi pulso se volvió loco y sentí su respiración agitada cuando él me acerco más a su cuerpo.
Bajó su mano hacia mi estómago, por debajo de mi polera y comenzó a acariciarlo como si quisiera memorizar cada trozo que tocaba. Mi cabeza empezó a dar vueltas.
Sentía mis manos torpes al lado de las suyas, tratando de desabrocharle los botones de la camisa mientras él se reía y su pecho vibraba.
Bajó su boca hasta mi cuello y comenzó a darme pequeños besos hasta llegar a mi clavícula.
Sin que me diera cuenta estaba acostada en la cama y él sobre mi, tratando de no poner todo su peso encima.
Yo no pensaba, sólo sentía. Sentía como nunca lo había hecho. Me estaba volviendo loca.
Cuando sentí sus manos en la hebilla de mi pantalón, sentí como el interruptor de mi cabeza saltó.
Todavía no, me dijo una vocecita insistente en mi cabeza a lo lejos mientras sentía las manos de André acariciando mis muslos y su boca bajando cada vez más.
Que espere.
—André…
Si me acostaba con él ahora, se sentiría como si él sólo me hubiera buscado para esto y no para tener algo más… serio. Tenía que esperar.
Mi voz lo decía todo. Era una especie de susurro aterrado, apagado por la pasión, una especie de quiero seguir pero no puedo. Él entendió de inmediato.
Salió de encima mio y se alejó hacia la orilla de la cama. Yo me quede estirada como estaba, mirando el techo.
Nos quedamos en silencio muchísimo tiempo. El ambiente entre nosotros era tirante, como si cualquier palabra pudiera estallar una guerra mundial entre nosotros. Me daba miedo hablarle y decir algo que lo enojara, si es que ya no estaba enojado.
¿Por qué habría de enojarse?
Lo quería, cada pequeña parte de mi cuerpo exigía sus besos y sus caricias y que yo no me volviera una cobarde como siempre lo hacía, pero algo dentro de mí me decía que ahora no, que me esperara. Esperaba que él me entendiera.
—Perdón —le dije en un susurro.
No me dijo nada.
Me senté en la cama para mirarlo pero me estaba dando la espalda. Sus hombros estaban rígidos, tensos. Estaba enojado.
Sin saber porque lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Me sentí como si hubiera abierto mi alma, hubiese hecho la petición más importante del mundo y el mundo no me hubiera tomado en cuenta. Era como si a él no le importara en lo más mínimo lo que yo sentía.
Me mordí los labios para ahogar los sollozos que querían escapar. Tenía que calmarme para salir de aquí y darle tiempo para pensar.
Cuando me di cuenta que mis lágrimas no iban a detenerse, empecé a moverme hacia la orilla de la cama para poder salir de la pieza.
Cuando llegué al borde y apoyé mis pies en el piso, los brazos de André tomaron mi brazo y lo abrazaron. Apoyo tiernamente su cabeza en el hueco de mi hombro.
Restregó su cabeza en mi piel y sentía como su corazón bombeaba con fuerza.
—Soy un idiota —dijo con un suspiro. Levantó su cabeza y lo sentí mirando mi perfil. Sentí su mano en mi cara mientras limpiaba una lágrima—. No llores bonita. Yo te espero, lo prometo.
Mi pecho se sintió libre y me dije que era una estúpida por estar llorando. Él me quería.
Comencé a reírme y él se rió conmigo. Una risa liberadora, una risa de unión.
Terminamos estirados en su cama sobre el cubrecama, abrazados, un brazo suyo alrededor de mi cintura y el otro acariciando mi pelo.
Entrelacé mis piernas con las de él y me apreté más a su costado.
Entre caricias acercó su boca a mi oído y una y otra vez “te quiero.”
Me dormí entre sus brazos con el corazón explotándome de felicidad. Felicidad pura y simple.

1 comentario:

  1. Me leí ya todos los capítulos y me encanta, me quede esperando por más :D

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