23 de septiembre de 2012

Trece


“Ya no sé qué hacer conmigo.”

Me despertaron unos lengüetazos en la cara.
Abrí los ojos, desorientada. Manu estaba sobre mí exigiendo su comida.
Miré hacia abajo, a la cama nido, pero no había ni rastro de Lore. Debía haberse ido hace un buen rato.
Afuera, el cielo tenía pinta de que fuera ya bastante tarde, pero el clima de invierno siempre cambiaba todo y no era confiable.
Tambaleándome, me levanté y caminé hacia la cocina con Manu corriendo feliz a mi lado.
Manu, quieto.
Se quedo inmóvil al lado de su plato, mirándome con cara de hambre. Le cambie el agua y llené su plato con comida. Se abalanzó sobre su plato como si se le fuera la vida en ello.
Me apoyé contra el refrigerador y levanté la vista hacia el reloj de la pared. Eran las nueve de la noche. Había dormido demasiado, con razón el pobre Manu se moría de hambre.
Me fui a lavar la cara y a ponerme una chaqueta para poder sacar a Manu a pasear.
Vivía en los nortes de viña hacia el sector poniente, cerca del mar, así que el frío era aun mas helado en invierno.
—Manu, vamos.
Mi perro obedientemente se sentó al lado de la puerta de entrada esperando que le pusiera su correa.
Cuando salimos a la calle me golpeó el viento frío de Julio, había muy poca gente en la calle. Caía una ligera llovizna pero nada que a Manu le molestara. Caminamos alrededor de unas seis cuadras cuando alguien me llamó desde atrás.
—¿Chiara?
Mi corazón se volvió loco en mi pecho cuando reconocí la voz. Manu se puso en guardia cuando sintió que me puse nerviosa.
Me di vuelta y ahí estaba él.
—Hola. —Le di una sonrisa mientras Manu le movía la cola.
—Hola. —Se agachó para hacerle cariño en la cabeza a Manu y mi perro se volvió loco moviéndole la cola.
Se levantó y me sonrío. Se acercó y me quedé quieta sin saber cómo saludarlo. Él parecía no tener problemas, inclinó su cabeza y me besó la mejilla.
¿La mejilla? ¿En serio?
Me quedé congelada mirándolo y cuando salí de mi burbuja me di cuenta que se veía incómodo. Mi alegría se fue bien lejos.
—Y tú, ¿Qué haces por acá?
Por su cara me di cuenta que era precisamente esa la pregunta que menos quería que le hiciera.
—Vine a dejar a Macka. —Apuntó el edificio que estaba justo al lado de nosotros—. Vive acá.
Vivía demasiado cerca de ella como para sentirme cómoda. Nunca antes la había visto por aquí, pero solía pasarme que en cuanto comenzaba a compartir espacio con alguien, me lo encontraba donde fuera.
Nos quedamos mirando, ninguno de los dos se movió. Mi cuerpo tiraba hacia él pero obligué a mis pies a quedarse quietos donde yo estaba, se me había grabado en la cabeza que él podía sólo estar utilizándome y saber que había estado hace poco con Macka le daba más peso a esa suposición.
—¿A dónde vas?
—Sin rumbo definido. Camino hasta que Manu se canse y quiera volver así no me molesta después.
—Te acompaño.
Siguió caminando sin esperar que yo avanzara y si no fuera porque Manu comenzó a tironear de la correa para que avanzara, me habría quedado pegada ahí por siempre.
Sentía las piernas como gelatina y estaba extrañamente cohibida, demasiada timidez acumulada.
Caminamos unas dos cuadras más hasta llegar a la altura de Libertad, una de las calles más transitadas de Viña y nos pusimos a caminar.
—¿Podemos ir hasta 8 norte?
Lo miré extrañada.
—¿Por qué hasta ahí?
—No sé. —Miró mi mano y la tomó así como si nada, como si fuera lo más natural del mundo. Me puse roja de golpe—. Me gusta caminar por ahí, es relajante.
Su mano se sentía cálida contra la mía, mi corazón latía tan fuerte que podría haber jurado que él lo escuchaba.
Seguimos caminando hasta que de pronto sentí que tiraba mi mano hacia atrás, se había quedado quieto. Me asusté y enfoqué la vista hacia adelante pensando que había visto a Macka.
Se apoyó en un árbol y me miró con una sonrisa en los ojos. Tiró de mi mano una vez más y yo me dejé llevar.
Rodeó mi cintura con sus brazos y apoyó su cabeza en la mía.
Sentirlo así de cerca se sentía extrañamente correcto.
No le pregunté por qué lo hacía ni él me pregunto por qué lo dejaba hacerlo. Simplemente se quedó ahí mientras mi corazón poco a poco se calmaba.
El impulso de besarlo fue más fuerte que cualquier otra cosa que hubiese sentido en los últimos días. Tenía su boca apoyada en mi frente y saber que sólo necesitaba ponerme de puntillas para alcanzarla era enloquecedor.
Así que lo hice.
Puse los pies en puntilla y levanté mi cara rodeando su cuello con una de mis manos, con la otra mantenía sujeta la correa de Manu.
Lo pillé con la guardia baja, noté la sorpresa en sus ojos, apretó más el agarre de mi cintura y lo besé.
No fue para nada como el anterior, este estaba cargado de ternura, pasión y ansiedad. Se me aceleró el pulso y comenzó a faltarme al aliento. Sentía cada centímetro de su cuerpo pegado al mío, me sentía completa y feliz. Me sentía demasiado bien para que fuera verdad.
Nos separamos con una risita, el mantuvo sus manos en mi cintura y me dio un beso en la frente. Traté de recuperar mi aliento pero costó, tenerlo así de cerca no ayudaba nada.
—Esto es de locos —murmuró en mi cabeza.
Me incliné hacia atrás y lo miré a los ojos. Me puse nerviosa de nuevo.
—¿De locos?. —Hice una pausa y miré a Manu—. ¿Loco bien o loco mal?
Su cuerpo vibró de arriba abajo cuando comenzó a reírse y me abrazaba más cerca todavía.
—Tontita. —Sentí su respiración junto a mi oído—. Loco bien, muy bien.
El corazón me explotó dentro y no me importaba saber que estaba pasando entre nosotros, no me importaba saber dónde íbamos o que estábamos haciendo. Tenerlo así, como estábamos ahora, era perfecto para mí.
Al menos por ahora.

Al día siguiente desperté a las dos de la tarde con los gritos de mi mamá llamándome a almorzar.
La noche anterior André había venido a dejarme luego de pasear a Manu y nos habíamos encontrado con mi mamá en la entrada del edificio.
A André se le pusieron las puntas de las orejas rojas, la saludó, me dijo un escuálido “nos vemos mañana” y se fue prácticamente corriendo.
Mi mamá me miró pero no dijo nada, pero ¿qué me iba a decir? Una mamá cuando sabe, sabe y la mía era especialista en leerme como si fuera un libro abierto.
Me asomé en la ventana de mi pieza y me quedé mirando como si el destino me estuviera jugando una broma.
Llovía a cantaros, el viento movía todos los árboles, incluso habían truenos y relámpagos. Aquí jamás tronaba, podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto un temporal como este, y justo hoy a Zeus se le tenía que ocurrir enviar un diluvio como este.
Mi mamá no me dejaría salir con un tiempo así.
Mientras caminaba en dirección al baño pensé que quizás el destino no era tan cruel conmigo, después de todo había puesto a André en mi camino ayer cuando se supone que no tenía por qué verlo, pero, para mi desconcierto, necesitaba verlo de nuevo.
—Chia, la mesa.
Por supuesto. El primer llamado a almorzar jamás era el verdadero, siempre era una falsa alarma para colocar la mesa.
—Coloca cuatro puestos más, viene tu hermana a almorzar.
¿De verdad iba a venir con este clima? Que miedo.
Yo adoraba por sobre todas las cosas del mundo a mi hermana. Era 10 años mayor que yo, estaba casada y tenía dos hijos preciosos, Joaquín que tenía 6 años y Martina que tenía sólo 2 añitos. Eran hermosos y los adoraba con todo el corazón. Su esposo, mi cuñado, al igual que mi hermana, era casi como un amigo para mí. Lo conocía desde que yo tenía 10 años, ellos habían estado juntos desde siempre y con verlos uno sabía que eran de esas parejas que iban a llegar juntos cuando estuvieran viejitos y arrugados.
—Perro amigo —le dije a Manu—. Hoy vienen las pequeñas bestias a animarte.
Y Manu como entendiéndome movía su cola feliz de la vida.
Estaba colocando los vasos cuando mi celular que estaba en la mesa de arrimo comenzó a sonar.
Ni siquiera me fijé en quien llamaba, simplemente contesté.
—¿Aló?
—Hola. —La voz, increíblemente tierna a pesar de ser muy grave, causó estragos en mi frecuencia cardiaca. Iba a tener que acostumbrarme a escuchar a André. Sonreí ante ese pensamiento.
—Hola. —Mi voz sonaba rara, me aclaré la garganta—. ¿Qué tal?
—Aburrido, nunca me ha gustado la lluvia.
—¿Qué no te gusta la lluvia? —Hice un sonido de disgusto—. Lo siento querido, no me junto con gente a la que no le guste bailar bajo la lluvia.
—Ah, perfecto. Entonces adiós.
Se me salió una risita nerviosa y él estalló en carcajadas al otro lado del teléfono.
—No voy a poder verte hoy —le dije tratando de ocultar la tristeza en mi voz.
—¿Por qué? —Sonaba… ¿aliviado? ¿De verdad? Traté de mantener el enojo fuera de mi voz pero me costó.
—¿No has visto como está el clima fuera? Mi mamá no tiene turno hoy y estando aquí en la casa no me va a dejar poner un pie afuera con un temporal como este.
—No he visto el clima. He estado toda la mañana corriendo, el Hospital está como en un caos.
—Aaaah. Bueno, entonces ¿podemos vernos mañana?
Se quedó en silencio como tratando de lo que iba a decir sonara bonito.
—No puedo. Es el cumpleaños de Macka.
Ok, perfecto. Yo no podía reclamar, ni hacer berrinches, ni exigir tiempo para mí, después de todo yo era “la otra”, la verdad, ni siquiera sabía qué era. Estaba ahí y punto, tenía que conformarme con las migajas de su tiempo pero no iba a soportar mucho tiempo así.
Me quedé callada mucho rato y él tampoco dijo nada ni me presionó para que hablara. No habíamos hablado de ella ni de lo que le estábamos haciendo y la verdad es que después de que Lore me dijera que ella lo engañaba mi sentimiento de culpa disminuyó bastante pero no desapareció.
Traté de morderme la lengua lo más que pude pero hacer eso era engañarme a mí misma, sí, la culpa había disminuido, y a pesar de que esto recién comenzaba, la sensación de sentirme poca cosa y de tener que ver como él hacia malabares para pasar tiempo conmigo crecía como un gigante dentro de mí. Si me sentía así ahora no quería pensar como sería en unas semanas más, o meses.
¿Meses?
Simplemente exploté.
—No puedo… no… sé que no tengo derecho a pedirte nada pero… —Hablé tan bajo que dudaba que él me escuchara. En parte rogaba porque no lo hiciera y además, vi a mi mamá agudizando el oído tratando de escuchar lo que decía.
—¿Qué pasa Chia? —Su voz no sonaba enojada, pero sé que sabía que es lo que le iba a decir.
—No-puedo-quedarme-sentada-por-siempre-esperando-que-ella-no-esté-para-poder-verte. Se lo dije todo de un tirón y salió tan rápido que hasta yo me mareé.
Silencio.
¿Qué podía entender yo de que se quedara callada tanto rato? Él me estaba dando la razón, yo debería esperar por siempre que ella no quisiera verlo para así poder tenerlo un rato a mi lado. Me sentía asquerosamente posesiva, pero, ¿Qué más iba a hacer?
—Yo… —Tomó aire y comenzó a hablar de nuevo—. Yo no sé qué es lo que vamos a hacer. Yo la quiero Chia y no es como que pueda dejarla de un día para otro sólo porque apareciste tú.
Ouch. Me quedé sin aire como si me hubieran pegado en el estomago de repente.
—Yo no digo que termines con ella…
—Pero eso me estás diciendo, aunque no con esas palabras. Me dices, básicamente, que no quieres que esté con ella para poder estar contigo. ¿Cierto?
Silencio. Mi silencio otorga.
—Como quieras creerlo. Chao.
Le corté antes de que pudiera seguir diciendo más cosas que terminaran por dejarme convertida en polvo una vez más.
Esto dolía demasiado. No podía quererlo tanto en tan poco tiempo, ¿o sí?
Por más que lo quisiera yo tenía dignidad y me aferré a ella. O quizás era orgullo, no sé. Pero yo no podía estar esperando sentada por siempre a que él llamara para que nos viéramos. O sentir que me usaba como había sentido ayer. Su sonrisa me tranquilizaba cuando lo tenía cerca pero todos los miedos me golpeaban el doble cuando lo tenía lejos.
Miré hacia el techo sabiendo que si parpadeaba las lágrimas que se me agolpaban en los ojos caerían como ríos por mi cara.
Me di la vuelta para ver que mi mamá me miraba con el ceño fruncido.
—¿Estás bien?
Podía decirle que sí aun sabiendo que ella no me creería.
Me limité a levantar los hombros y seguí poniendo la mesa.
Va a pasar. Tenía que pasar.

Una hora después, ya vestida más con pantalones y un poleron contra el frío, me puse a ordenar un poco mi pieza. Tenía que estar moviéndome y con la cabeza ocupada para no pensar en lo que había hablado con André.
No quería pensar que ahí quedaba todo, no no no.
Llegué al living justo cuando tocaban el timbre de mi departamento. Los conserjes del edificio nunca avisaban cuando llegaba mi hermana, era como de la casa al fin y al cabo.
Abrí la puerta de un tirón con la sonrisa más grande que pude, ver a mis sobrinos iba a mejorar mucho el día. Siempre lo hacían.
Pero mi sonrisa se quedó a medio camino cuando vi a André mojado de pies a cabeza parado en mi puerta.

4 comentarios:

  1. Aquí me tienes Pauli!! Dispuesta a descubrir el amor a tercera vista!! Me quedan unos cuantos capítulos por leer para ponerme al día pero... dame un tiempito y... os alcanzo enseguida!!!
    Besitos

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  2. Gracias por leerla pequeña :) espero que te guste :3

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  3. Hola Pauli!
    Ayer comencé a leer y no he parado. Me ha encantado^^ Con decirte que me tienes los pelos de punta! jejejeje
    Ahora me tendrás por aquí :D

    Un beso!

    Pdt: *cuando llegue al capitulo cuatro, tuve que parar y salir de mi habitación a calmarme ... con eso te digo todo*

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    Respuestas
    1. Me alegro mucho de que te este gustando ! :)
      En un ratito subo mas capis <3
      Un beso!

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