4 de noviembre de 2012

Veintiuno


“Tu amor es causa… ”

Los siguientes dos meses fueron perfectos.
Mi vida se dividía entre las prácticas, los estudios y mi André, él que ocupaba casi el 50% de mis días. Era intoxicante, adictivo… estaba totalmente vuelta loca por él. Y era capaz de gritarlo a los cuatro vientos si él me lo pedía.
Jamás me había sentido tan completa, tan bien. Y todo era gracias a él.
Rossy había dejado sus intentos de hacer cualquier cosa por alejarlo cuando entendió que en nuestra burbuja perfecta sólo cabíamos él y yo, aunque eso no significaba que no la encontrara mirándolo más seguido de lo que me hubiese gustado.
***
Estaba en el consultorio, terminando de arreglar unas pocas cosas para poder irme, cuando mi teléfono comenzó a vibrar en mi bolsillo.
Lo saqué pensando que sería André avisándome dónde nos juntaríamos, pero era Lore la que me llamaba.
—¿Aló?
Silencio al otro lado de la línea. De pronto, comencé a escuchar una serie de llantos, gimoteos y palabras sin significado alguno.
—¿Amiga? ¿Qué pasa?
—Ch… Chia. —Mi amiga se rompía en mil pedazos al otro lado del teléfono y yo me sentía atada de manos.
—Lore, dime dónde estás. —Lo único que podía escuchar era como balbuceaba, no lograba entenderle—. Amiga por favor, dime dónde estás para poder ir contigo.
—M…mi ca…ca…casa.
Cerré el móvil de un golpe y salí volando del consultorio.
Iba cruzando la calle para llegar a la parada de autobús, cuando mi móvil comenzó a vibrar nuevamente. Miré el nombre de la pantalla para ver que era Pato. Esto no iba a ser bueno.
Ni siquiera dije hola cuando contesté.
—¿Qué le pasó a Lore?. —Lo que en verdad quería preguntar era “qué le hiciste a Lore”, pero conocía a Pato y sabía que se iba a molestar. Eso era lo que menos necesitaba ahora.
—¿Te llamó? —Su voz sonaba extraña—. ¿Qué te dijo?
—Me dijo muchas cosas pero no le entendí ninguna, estaba desconsolada llorando. —Comenzaba a cabrearme—. ¿Qué mierda pasó, Pato?
Se hizo el silencio y supe que la respuesta sería horrible, por decirlo menos.
—Terminamos. —Dejé de moverme y miré el teléfono con incredulidad. Mi amiga iba a morirse—. ¿Chia? —Tomó una bocanada gigante de aire—. ¿Puedes ir a verla?
—Para allá voy.
—Gracias. —Sonaba aliviado.
—¿Puedo saber qué fue lo que pasó?
—Yo…  —Su voz sonó cansada, extraña, como si estuviera sufriendo demasiado—. No sé, simplemente necesitaba un poco de espacio para mí.
¡Já! Y yo había nacido ayer.
—Pato, no necesito que me mientas. Eres mi amigo.
—¿Podemos hablar después de esto?
—Como sea.
Terminé la llamada más cabreada que nunca. La señora que estaba sentada en el banco, miraba con cara esperanzada en la dirección que se supone debía venir el bus.
Diez minutos más tarde, estaba oficialmente cabreada con el mundo. Necesitaba llegar a Viña lo más rápido posible.
Fue ahí cuando me alumbre.
—¿Esta hace mucho tiempo esperando el bus? —le pregunté a la señora que estaba a mi lado, aun mirando el camino con cara esperanzada.
—Oh mijita, no. Espero a mi marido. —Me dio una sonrisa de esas de abuelita—. Los buses se han ido a paro hasta mañana, no están pasando ni siquiera colectivos.
Mierda. La miré con incredulidad mientras ella seguía mirando la carretera.
Estaba en la nada. En la punta de un cerro infinito y no había forma de bajar de aquí si no era en automóvil o en bus. ¿Y cómo se suponía que llegaría a Viña si no era en bus? Me demorarías horas. ¿Qué se supone que hacía?
Saqué mi móvil mientras la señora se ponía de pie cuando un automóvil verde se detuvo frente a nosotras.
—¿Quieres que te llevemos a alguna parte, cariño?
La miré con ojos de gato.
—¿Hasta dónde llegan?
—Hasta la Plaza Victoria —me dijo con una sonrisa.
Bueno, eso era mejor que nada. Al menos habría salido de aquí.
—Me serviría mucho, gracias.
Ya dentro del automóvil, ella y su esposo comenzaron a conversar de la vida. Se veían una pareja muy unida, de esas que daban envidia, aunque a mí ya no me daban tanta envidia como antes. Ahora tenía a André.
Saqué mi celular, marqué el número de Joaquín y crucé los dedos porque no estuviera en clases… o divirtiéndose con alguna chica.
—Ingrata.
Sonreí ante el saludo de mi mejor amigo.
—Hola, inepto. ¿Cómo estás?
—Aquí, haciendo hora para ponerme a estudiar, ¿y tú?
—Eeeh… digamos que estoy en medio de un problemilla y quería ver si tú podías salvarme.
—¿Qué pasó? —Su voz se puso tensa de inmediato.
—Nada grave, tranquilo —dije con una risita—. Quería saber si podías venir a buscarme. Estoy en Quebrada Verde y paro de buses. Necesito llegar a Viña. —Vi como la señora me miraba por el espejo del auto y me daba una sonrisa. Se la devolví—. Lore terminó con Pato.
—Mierda. ¿Dónde estás?
—Ahora mismo voy saliendo del Consultorio. Una señora y su marido se ofrecieron a llevarme hasta la Plaza Victoria. ¿Puedes ir a buscarme allá?
—Salgo ahora mismo.
Y terminó la llamada.
Con Joaquín siempre habíamos tenido uno relación bastante extraña. Nos conocíamos desde los diez años, mejores amigos desde que vertió manjar en mi camiseta y yo lo golpeé por ensuciarme.
Estuve total y absolutamente enamorada —o eso creía— de él hasta que conocí a Matías. Jamás pasó algo entre los dos, pero entre más grandes nos hacíamos más iba notando como había una cierta tensión en nuestra relación. Según Marce, era tensión sexual. Según yo… no tenía idea que era. Pero no le hacíamos caso, ni hablábamos de ella.
Era mi mejor amigo, pero traba de verlo lo justo y necesario. Era extraño estar con él alrededor.

Quince minutos después, me bajaba del auto de la pareja dándoles un millón de gracias y comenzaba a caminar hasta una banca para poder llamar a Joaquín.
Contestó al primer timbrazo.
—¿Dónde estás?
Miré a mí alrededor para ubicarme
—Estoy justo frente a los columpios que están frente a la Catedral, en una banca.
—Perfecto, voy llegando.
Cinco minutos después, el Jeep de Joaquín paró frente a mí. Me levanté y me subí al asiento del copiloto.
—¿Qué pasó con Lore? —me preguntó mientras le daba un beso gigante en la mejilla.
—No sé. Me llamo desconsolada, con suerte pude entender dónde estaba. A los segundos de cortarle me llamó Pato para decirme que fuera a verla porque habían terminado…
Me mordí la uña del meñique, nerviosa. Necesitaba ver a mi amiga y saber que estaba bien. Y por sobre todas las cosas, necesitaba golpear a Pato hasta que entrara en razón y volviera con ella.
Hablamos de cosas sin sentido durante todo el viaje y cuando estábamos cerca de llegar a la casa de Lore, me dijo—: Increíble como sólo me llamas cuando estás en apuros.
—¿Ah? —Giré mi cabeza para mirarlo.
—Que sólo me llamas cuando te pasa algo. Ni un mísero llamado a tu mejor amigo cuando tu vida está calma —me dijo, mirándome con pena.
No pude evitar reírme.
—No porque no te llame cada cinco segundos, no significa que no me acuerde de ti. —Le fruncí el ceño—. Además, tu también podrías llamarme.
—Aaaah, es que yo estoy muy ocupado. —Me miró y pude ver que se estaba mordiendo la lengua por preguntar algo.
—Escúpelo.
—¿Qué? —Me miró con ojos de niño inocente.
—La pregunta, Joaco. Escúpela.
—Ah. Es que me llegó un rumor…
—¿Rumor?
—Sí, de Tomás.
Tomás era un compañero de él y de Marce, al que yo sólo había visto un par de veces.
—¿Y se puede saber qué fue lo que te dijo? —Comenzó a subir y a bajar sus dedos por el manubrio—. Joaco…
—Está bien, está bien. —Miró hacia el frente en vez de mirarme a mí—. Me dijo que estabas con alguien.
—Ah. —Me revolví incómoda en mi asiento. Por alguna razón, con Joaco podíamos hablar de todas sus novias y ligues de una noche, pero hablar de mis novios era otra cosa. Él se ponía extraño. Me reí nerviosa—. Se podría decir algo así. No sé la verdad.
Me dio una mirada de lado.
—¿Cómo que no sabes?
—No sé. —Me encogí de hombros—. No sé lo que somos y la verdad, tampoco me importa. Estoy bien con él así.
—Ah. —Era su turno de quedarse sin palabras.
Siguió en silencio bastante tiempo más, hasta que llegamos a la casa de Lore, cerca de la plaza de Miraflores.
Estacionó el auto fuera. Me estrujé mis manos, incómoda.
—Gracias por traerme.
Esperé que dijera algo pero no parecía que fuera a hablar. Tomé mi bolso y abrí la puerta del Jeep.
Me di la vuelta, pero Joaquín puso su mano en mi antebrazo impidiendo que me moviera. Sentí electricidad recorrer todo mi cuerpo.
Nuestra amistad no era de piel, para nada. Y no era así exactamente por lo que sentíamos cuando nos tocábamos. Lo evitábamos a toda costa.
—Perdón. —Sacó su mano de mi brazo de un tirón—. Siento haberme puesto así. Pero que Tomás supiera y yo no… fue… Me sentí apartado.
Alejé la incomodidad lo más lejos que pude de mí y lo miré.
—No te preocupes. —Le sonreí—. Prometo contarte las cosas antes que a nadie.
Me acerqué a él y me despedí rápidamente, nerviosa de que me pudiese decir algo más.
El clima entre frío y calor de Octubre me envolvió. Cerré la puerta del copiloto y me despedí de Joaco con la mano.
Cuando su Jeep se fue, caminé hacia la casa de Lore.
Hora de arreglar el caos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides que los escritos se nutren de tu opinión. Ya sea que te guste lo que está escrito o no, me importa saber lo que piensas.
Sólo recuerda hacerlo siempre con respeto :)