4 de noviembre de 2012

Veintitrés


“Grita hasta que ya no escuche nada.”


—Chia.
En el sueño, un perro, que no era Manu, me miraba y decía mi nombre mirándome con cara de pena.
—Chia.
Miré al perro sin saber que decirle, estaba en shock de que un perro me hablara.
—¡Chia!
Abrí los ojos de golpe para encontrarme a Lore que estaba de rodillas frente a mí tratando de despertarme.
—¿Qué? ¿Qué?
Miré para todos lados, estiré mi mano hacia mi derecha buscando el cuerpo de André pero me encontré con que no había nadie. Su lado estaba frío.
—Eres peor que un muerto durmiendo —dijo mi amiga mirando el suelo. La miré, se veía más descansada, aunque la pena no se iba de sus ojos. Me senté, dándole gracias a Dios de haberme puesto nuevamente mi pijama ayer en la noche, y me quede mirándola—. ¿Qué?
—¿Cómo te sientes?
Se le llenaron los ojos de lágrimas pero me sonrío.
—No puedo decir que bien, pero creo que mejor que ayer. —Se encogió de hombros y respiró profundamente—. Tiempo al tiempo.
Tomé sus mejillas y las apreté y le moví la cara de un lado a otro.
—Así me gusta amiga, así me gusta.
Comenzó a reírse bajito. Esto era un comienzo.
—¿Dónde está André?
—Tenía turno en el Fricke. ¿No te dijo? —Negué con mi cabeza—. Se fue hace unas dos horas. Dijo que te llamaba.
Sentí como un balde de agua fría caía sobre mí y hacia que mis entrañas quedaran congeladas. Se fue, ni siquiera se despidió.
—No. —Traté de sonreírle a Lore para restarle importancia—. ¿Desayunaste?
—Nop, te estaba esperando. Tengo ganas de algo chanchito, ¿Helado? —Me miró con ojos suplicantes.
—¿Helado? —Miré hacia el velador, donde el reloj marcaba las 10 am—. 10 de la mañana y tú quieres helado —suspiré—. Está bien, helado comeremos.
—Por eso me caes tan bien.
Fuimos en dirección a la cocina a inspeccionar el congelador en busca de algún buen helado. Terminamos encontrando un helado de tres chocolates, perfecto para momentos como este.
Hacia un poco de frío, así que nos enterramos en el sofá, nos envolvimos en una manta y nos pusimos a ver Pretty woman.
Lore comenzó a lagrimear nada más comenzó la película, la dejé llorar todo lo que quiso, tanta animosidad un día después de romper con su novio era demasiado.
Sus ojos hinchados le ganaron, y se quedo dormida mucho antes de que la película terminara.
A las dos de la tarde ella seguía durmiendo pero yo comencé a moverme, tenía clases. No podía faltar, podía conseguir que disculparan a Lore pero yo no me salvaría.
Tenía que pedir refuerzos.
—¿Aló?
—Marce hola.
—Chia, ¿y este milagro? —No nos llamábamos tan seguido últimamente, pero era necesario tenerla aquí ahora.
—Amiga necesito pedirte un favor.
—Dígame.
—Lore terminó con Pato. —Escuché como contenía la respiración y murmuraba un pequeño “qué”—. Y tengo que ir a clases pero no quiero que se quede sola. ¿Puedes…?
—Por supuesto que voy para allá. Salgo ahora mismo.
Suspiré aliviada.
—Gracias, nos vemos en un rato.
—Adiós.
Miré a Lore en el sillón, tan indefensa, como si fuera una niña pequeña. Sacudí mi cabeza enojada, queriendo saber las razones reales de porque Pato la había mandado a volar.
Hombres.
Cuarenta y cinco minutos después, ya bañada, había saqueado el closet de Lore buscando algo que ponerme. Mi amiga tenía bastante más trasero que yo, por lo que ponerme sus pantalones significaba también ponerme un par de almohadillas para rellenarlos.
Tomé mi bolso y fui a sentarme al sillón con Lore que seguía dormida. La moví un poco.
—Amiga.
Parpadeó y cerró los ojos de nuevo.
—Pato —susurró con dolor.
Mi estómago se retorció.
—Lore, soy Chia, despierta.
Un sollozo horrible salió de su pecho y comenzó a llorar con más ganas. La tomé de los hombros y comencé a zarandearla.
Me costó bastante que dejara de llorar desconsolada en sueños. Me daba miedo que el dolor de lo que estuviese soñando la rompiera más de lo que ya estaba.
Cuando abrió los ojos, parecía un gatito asustado y se acurrucó en mi costado.
—Chia —susurró con miedo.
—Tranquila amiga, ya pasó.
Se quedó en silencio unos momentos y luego me miró.
—¿Por qué estas vestida?
—Tengo clases pequeña. —Sus ojos se abrieron de par y trató de levantarse. Se lo impedí—. No te preocupes, yo hablo con la Profe Pati, tú quédate tranquila. Marce viene para quedarse contigo. —Me miró reprochándomelo—. No quiero que estés sola.
—Lo sé —me dijo bajito.
—¿Tu mamá llega hoy verdad?
—Si. —Ella adoraba a su mamá, eran muy amigas y tenerla a su lado sería lo mejor.
—Yo vendré a verte mañana en la tarde, tengo consultorio.
—Bueno, te espero.
Sonó el timbre y me despedí de Lore. No quería dejarla, me daba miedo lo que pudiera hacer, pero sabía que con Marce estaría bien cuidada.
Fui a abrir. Marce venía cargada con una mochila gigante, como si fuera a acampar de por vida aquí.
—¿Y la mochila? —La saludé con un beso en la mejilla.
—Traigo películas, comida, y varias cosas post rupturas —Me dijo con una media sonrisa.
—Perfecto. Yo me voy ahora. Tía Samantha llega hoy en la noche por lo que me dijo Lore, ¿puedes quedarte hasta que llegue?
—Claro. —Marce veía esto como un batalla—. Te llamo cuando ella llegue.
—Gracias Marce, de verdad.
—Para eso estamos las amigas. —Me dijo sonriendo.
La abracé y salí corriendo hacia la Uni.
***
—Profe Pati.
Llegué a la U un poco antes para poder hablar con mi profesora de Farmacología antes de que comenzara la clase. Me miró con una sonrisa.
—Chia, ¿cómo estás?
—Bien, ¿y usted?
—Perfecto, perfecto. ¿Qué necesitas?
Me mordí el labio.
—Profe… es que Lore… —Me miró con cara de no entender de quién le hablaba—.  Lorena Sotomayor. —Soltó un gran “aaah” de entendimiento—. Sé que puede sonar un poco banal para usted, pero ella terminó ayer con su novio, estaban juntos hacía casi cuatro años y está… No pude sacarla de su casa hoy y…
—Entiendo, entiendo. —La miré con los ojos muy abiertos—. No creas que tengo corazón de piedra Chiara, la entiendo. Dile que no se preocupe. Preocúpate de entregarle la materia, la excusaré del examen de hoy.
Momento de sorprenderme yo.
—¿Examen? —Tragué fuerte—. ¿Había examen hoy?
—Por supuesto, Chia —me dijo con una sonrisa malévola.
—Oh, claro.
—Ya, ya. Vamos a la sala.
Comencé a caminar lentamente, directo hacia mi muerte. Había olvidado por completo el examen.
Llegué a la sala y Pame salió corriendo a mi encuentro.
—¿Cómo esta Lore?
La miré perpleja.
—¿Cómo supiste?
—Dani se encontró con Pato ayer en Valpo. Decir que estaba ebrio es poco. Le contó. Faltó poco para que Dani lo golpeara hasta la muerte.
—Bien merecido se lo hubiese tenido —me dijo Dani saludándome.
—Lore está pésimo. Hoy despertó animada, pero eso le duró lo que nos demoramos en ver Pretty woman y comer helado. Se deshizo y le dio una especie de ataque de llanto durmiendo. —Me desplomé en el asiento, cansada—. Fue horrible.
Entró mi profesora en ese momento y todo quedo en silencio.
—Er. —Mi amigo no me escuchaba. Hablé un poquito más fuerte—. ¡Er!
Ernesto se dio vuelta sorprendido.
—¿Qué pasa?
—No sé nada. Sálvame el pellejo, por favor.
—Chiara Antunez —dijo regañándome—. Te ayudo sólo porque eres mi mejor amiga.
Me reí y le di las gracias.
Con la ayuda de Ernesto no fue todo tan terrible, al menos creo que las notas rojas no verían mi promedio, por ahora.
Estábamos en medio de la clase, todos sumamente concentrados, una materia totalmente de chinos, cuando comencé a escuchar unos gritos escandalosos a lo lejos.
Miré hacia el pasillo, pero no vi nada inusual, además de gente corriendo con batas de un lado para otro y estudiantes desparramados en cualquier parte estudiando. El campus en el que estaba mi carrera era sólo para las carreras de salud, era común ver batas, gente estresada, maniacos del café y esas cosas, pero escuchar gritos de odio no era normal.
Agudicé el oído pero no logré distinguir nada.
—¿Qué es eso? —le pregunté a Rossy que estaba a mi lado.
—No sé. —Se encogió de hombros—. Alguna ridícula a la que tiene que haberle ido mal en algún examen.
Nos quedamos en silencio y los gritos volvieron con más fuerza, ahora entendiéndose completamente lo que gritaban a todo pulmón.
—¡PERRA ESTÚPIDA, SAL! ¡¿CÓMO PUEDES HABERME HECHO ESTO?! ¡SAL, IMBÉCIL!
La profesora Pati se quedó callada de golpe y nos miró como si nosotros pudiésemos explicarle lo que pasaba. Todos negamos con la cabeza.
Volví a asomarme, esta vez fijándome en que todos, absolutamente todos los estudiantes se quedaban parados en los pasillos mirando hacia su final.
—¡CHIARA ANTUNEZ, SAL PERRA ESTÚPIDA!
Me quedé congelada en mi puesto, sentí como me bajó la presión sin saber por qué.
Rossy me miró extrañada, al igual que todos mis compañeros. Ernesto, que estaba sentado ahora atrás mío, tocó mi hombro para llamar mi atención.
—¿Qué se supone que es eso?
—No lo sé —le dije con voz asustada.
Los gritos volvieron con más fuerza, mucho más cerca.
—ESTPUPIDA, ¡SAL AHORA!.
¿Quién demonios era la loca que me estaba llamando así?
Busqué con la mirada a mi profesora que me miró interrogativamente.
—No sé qué pasa, Profe Pati.
—Me asomaré a ver —me dijo con una sonrisa tirante.
Mi profesora, y varios profesores y alumnos, comenzaron a asomarse por las puertas y ventanas de las salas de clases para ver qué pasaba.
Ernesto se puso a mi lado para poder comentar los eventos conmigo, pero no le dejé hablarme.
Asomé mi cabeza y me quedé de piedra a ver quién se acercaba a pasos de gigantes buscándome.
Ahí, en todo su esplendor estaba Macka. Echa una fiera. Podría jurar que sus ojos chispeaban odio.
Me sentí pequeña e indefensa.
—Ernesto…
—¿Quién es ella? —preguntó confundido mi amigo—. Jamás la había visto… No, espera. ¿Ella no es la ex de André?
Asentí con mi cabeza, aunque realmente, mi estómago se encogió de dolor y mi corazón comenzó a prepararse para hacerse trizas. Ella no podía venir aquí tan enfurecida si fuera su ex.
Ella… ¿Ellos nunca habían terminado?
Me asomé a la ventana de nuevo, temblaba de arriba abajo, cuando vi que Macka se acercaba a alguien para preguntarle supongo que dónde estaba yo.
Mi corazón se saltó veinte latidos cuando vi que estaba Cristy, una amiga de Tecnología Médica, a la que se acercaba.
¿Cuál es la probabilidad de que pudiera encontrarse justamente con alguien que me conocía? Uno entre cincuenta, por lo bajo. Pero, ¿encontrar a alguien que sabía dónde estaba en esos momentos? Demasiada mala suerte para mí
—Por favor Cristy, no le digas —pedí bajito.
Vi como, para mi terror, Cristy le apuntaba la sala en la que me encontraba.
—Tengo que asomarme —le dije tiritando a Ernesto—. ¿Puedes ir conmigo?
Ernesto tomó de mi mano y me acompañó hacia la salida de la sala. Salí y vi cómo la gente que me conocía me miraba expectante, como si yo fuera a explicarles lo que estaba pasando. Como si yo supiera lo que estaba pasando. O lo que iba a pasar.
Pasé a mi profesora y salí al pasillo, en el momento preciso en el que Macka divisó mi sala.
Dio unos cuantos pasos hasta que me encontró. Y vi como apretaba las manos en puños.
Comencé a temblar muerta de miedo. Ernesto a mi lado no atinaba a hacer nada.
Macka en unas pocas zancadas estuvo frente a mí.
Ni siquiera pude pestañear o correrme, en menos de un segundo su mano se estampó contra mi mejilla y el sonido resonó por todo el Campus, estoy segura. Me pegó tan fuerte que sentí el latigazo de dolor expandirse por todo mi cuerpo, mi cara mirando hacia el lado en vez de mirarla a ella. Mi mejilla punzaba y estaba caliente.
Llevé mi mano a mi mejilla mientras Macka respiraba por su nariz tan fuerte que la hacía parecerse a un toro. Podría haberme reído si no estuviera tan muerta de miedo.
—¿¡CÓMO MIERDA TE ATREVES A METERTE CON MI NOVIO!?

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