7 de noviembre de 2012

Treinta y seis


“Pensar, luego actuar.”

No lo busqué. No podía hacerlo.
En los siguientes siete días, pensé cada día en él y lo odié por eso.
Cada día traté de entenderme, de entender qué era lo que sentía en verdad por él, pero siempre llegaba a la misma conclusión: no tenía idea.
Lo único que tenía claro de todo esto, es que no quería que se fuera. Estaba segura de que la sensación de vacío que me oprimía el pecho cada vez que pensaba en él estando lejos, no era muy parecido a la que tendría una mujer si su mejor amigo viajara.
Se me pasó muchas veces por la cabeza ir a buscarlo, decirle que se quedara, y que cuando me preguntara por qué demonios le decía eso, por qué quería que se quedara, le diría que lo podía ir descifrando con el tiempo, pero que para eso lo necesita a él aquí. No lejos de mí.
Pero toda esa idea quedó olvidada, cuando el jueves de esa semana se apareció Macka en el Consultorio.
Yo venía saliendo de uno de los box de atención cuando la vi. Me quedé de piedra en la puerta, fulminándola con la mirada.
Salió corriendo en dirección a donde yo estaba, quise hacerme pequeña y desaparecer del pasillo. Pero no me tomó en cuenta.
Giré la cabeza hacia la derecha y vi que un poco más allá, estaba André conversando con Pato.
En un parpadeo, ella llegó a su lado y le rodeo el cuello con las manos. Él se sorprendió un poco, pero le dio una sonrisa tierna, cálida, no una que le das a alguien con la que hace nada querías terminar.
Inclino su cabeza y le dio un beso, le acarició la mejilla mientras lo hacía.
Los celos me consumieron por dentro, se me llenaron los ojos de lágrimas. ¿A quién engañaba yo? Lo quería tanto tanto que aun dolía.
Pato se puso a conversar con ellos y cada cierto tiempo miraba a su alrededor buscando algo.
Cuando sus ojos encontraron los míos, entrecerró los ojos e hizo una mueca de dolor.
André siguió su mirada y cuando me vio, sus manos cayeron de la cintura de Macka y se quedó rígido. Ella mi miró extrañada y cuando me vio, hizo algo que me dejó helada: se puso de perfil —estaba usando una blusa apretadísima—, y curvo un poco la espalda, sacando un poco su estómago hacia afuera. Ahí, aunque muy poco notorio, había un bultito.
Ella lo miro y se lo acarició con las manos, haciendo círculos y moviendo la boca como si estuviera cantando una nana.
Ardí de rabia, yo sabía que estaba embarazada, lo tenía claro, pero eso no le daba el derecho de restregármelo por la cara de esa manera. ¿Le importaba su hijo? ¿Lo quería? ¿O lo hacía sólo para tener a André para ella?
André nunca se dio cuenta de lo que su noviecita hizo, Pato tampoco.
Cuando los ojos de André finalmente dejaron los míos, después de lo que parecieron horas, tomó la mano de Macka y se la llevó hacia afuera.
¡Ella estaba engañando a André, por la mierda!
Y yo tenía que morderme la lengua y hacer como si nada pasara.
Tuve que cerrar los puños para obligarme a quedarme parada en donde estaba y no salir corriendo tras de él. Quería gritarle que ella lo engañaba, necesitaba decírselo. Ver si, sabiendo eso, volvía conmigo.
Patética Chia, eres patética.
Pato me llamó con un movimiento de mano, y movió la cabeza de un lado para otro. Entendí el mensaje: No se te ocurra a hacerlo.
Lo miré con odio. Sabía que no podía hacer eso, pero si sabía que debía hacer algo, otra cosa que debía haber hecho hace mucho tiempo.
***
A Lore no la vi hasta el lunes de la semana siguiente.
Tenía claro lo que debía hacer, pero cuando me imaginaba que dejaría de hablarme por quedarme callada tanto tiempo, o ver cómo se iba a romper cuando lo supiera, me volvía una cobarde y no quería decirle nada.
Llegué temprano a la Uni ese día, y la esperé en la entrada con un Mocha Blanca alto, su favorito.
Cuando llegó, me quedé de piedra, sorprendida como nunca.
Venía conversando con Daniel, riéndose a mandíbula batiente, con su brazo enganchado con el de él.
Wow.
—¡Hola tú! —me dijo Lore, acercándose a saludarme y soltando su brazo del de Daniel. No tenía cara de “oh, me pillaron”, para nada.
—Hola. —Soné un poco seca, pero seguía en estado de semi shock. La miraba a ella, y miraba a Daniel, el que me miraba con una sonrisa en la cara y encogiéndose de hombros.
—Hola, Chia —me dijo éj, dándome un beso en la mejilla.
—Hola. —Traté de sonreírle—. Si hubiera sabido que venían los dos, te hubiese traído uno también —dije, moviendo el café de Lore que tenía en la mano.
—No tomo café, sólo té —dijo con una sonrisa.
Lo miré como si fuese extraterrestre.
—Raro, ¿verdad? —dijo Lore, dándole un pequeño empujón en el brazo.
Él alargó la mano como si quisiera acariciarle el brazo, pero en el último minuto la dejó caer, incómodo.
Eso sí que es raaaro.
—Damas, yo tengo que irme. Un gusto verte Chia. —Se despidió de mi con un beso en la mejilla—. Nos vemos, Lo.
De ella también se despidió con un beso, pero demoró unos segundos más do normal en soltarla.
Se dio la vuelta, y caminó en dirección contraria a la que venían.
Le extendí el vaso de café a mi amiga y me puse a caminar hacia el patio trasero de la Uni.
—Oye, ¡espérame!
Me giré para mirarla, y comencé a caminar de espaldas.
—¿Qué fue eso?
—¿Qué fue qué?
—Lore… —le dije, con voz de reprimienda.
—Nah, no fue nada.
—¡Lorena! —Me miró con los ojos abiertos como platos—. Escupe, ahora.
Se quedó quieta en donde estábamos y sus mejillas se sonrojaron.
—Puede que hayamos salido ayer.
Pestañeé varias veces, procesando la información.
—¿Ayer? —La miré frunciendo el ceño—. ¿Ayer en la tarde o en la noche?
—Noche —me dijo en un susurro.
Di un paso atrás.
—¿Te… te…?
Levantó la mirada, enojada.
—¡Por supuesto que no! ¿Qué crees que soy?
—No, nada, perdón.
Comencé a respirar pesadamente, como lo hacía cuando estaba enojada.
Siguió caminando en dirección al patio sin siquiera esperarme. Caminé detrás de ella arrastrando los pies.
Me senté junto a ella en una de las bancas, retorciendo mis manos, nerviosa de lo que tenía que decir ahora.
Pero ella se me adelantó.
—No pasó nada. Fuimos a tomar cerveza y… no sé, perdí la noción del tiempo. Cuando miré el reloj eran más de las 5 de la mañana, así que me dijo que podía dormir en su casa. Vive con sus papás —me dijo atropelladamente—. No pasó nada, y nada va a pasar tampoco. Simplemente somos amigos.
Negué con la cabeza, segura de que ni siquiera ella se lo creía, pero lo dejé pasar.
—Si tú lo dices.
Nos quedamos en silencio unos minutos, hasta que ella volvió a hablar de nuevo.
—¿Qué querías decirme tú?
—¿Ah?
Movió el vaso de café, ahora casi vacío.
—Trajiste esto. Mocha Blanco en horario de clase significa problemas. ¿Qué pasa?
Respiré profundo, tratando de pensar en la mejor manera de decírselo. Lo pensé durante todo el fin de semana, y no se me ocurrió nada. Pero sabía que tenía que contárselo.
—Lore… —La miré y me rasqué el cuello, señal de que estaba nerviosa—. Sé con quién te engañó Pato.
Mi miró extrañada al comienzo, luego se puso seria.
—¿Con quién?
Me mordí el labio.
—Con Rossy.
De todas las cosas que se me pasaron por la cabeza que podría hacer Lore cuando le dijera el nombre de Rossy, que se riera no se me ocurrió nunca.
Pero eso hizo. Comenzó a reírse y a mirarme como si de verdad estuviera loca.
—¿Ellos dos? ¿Juntos? —Se tapó la boca con una mano y siguió riéndose—. ¡Imposible Chia, si apenas se conocen!
La miré y comencé a negar con la cabeza. Cuando se dio cuenta de que yo no me reía y mucho menos le decía “es una broma”, la risa paró abruptamente.
—¿En… en serio?
Asentí con la cabeza una sola vez.
De acuerdo, ahora se pone a llorar, fue lo que pensé. Sería lo obvio, ¿verdad? Eso o que saliera corriendo con ganar de ahorcar a Rossy. Si lo hubiera hecho, no la habría detenido.
Pero no, se quedó ahí quieta, como procesando lo que le había dicho.
—¿Desde cuándo? —Me encogí de hombros porque realmente no tenía idea desde cuando estaban juntos. Lore me fulminó con la mirada—. ¿Hace cuánto tiempo que lo sabes?
Ay no.
Me mordí el labio. Esto era lo que me temía más que nada, que me odiara.
—Lore, por favor.
—Simplemente dime desde cuándo lo sabes.
—Mmmm… —Me devané los sesos por darle una fecha exacta—. ¿Finales de Octubre?
 —Hace casi un mes —susurró Lore. Habló con los ojos cerrados—. ¿Por qué no me dijiste Chia?
—Me dio miedo lo que podía pasarte cuando supieras.
—Mejor que fuera una ignorante, ¿cierto? —dijo en un susurro.
Me acerqué a ella y la rodeé con un brazo. Apoyó su cabeza en mi hombro y se quedó ahí, quieta, hasta que el patio fue vaciándose de gente y quedamos sólo nosotras dos.
Después de un par de minutos se enderezó y se secó una lágrima, tratando de que yo no la viera.
—No me lo puedo quitar de la cabeza.
—Lo sé.
¿Cómo no entenderla? Estuve en su lugar cuando terminé con Ignacio, después de que me cayera un balde de agua fría con André… ¿cómo podría no entender todo lo que sentía?
Se giró para mirarme y exhaló un suspiro bastante ruidoso.
—Ya está. No pienso esperarlo más.
Parpadeé un par de veces sin poder creer que lo me dijo.
—¿En serio?
—¿Qué se cree? ¿Que lo voy a estar esperando toda mi vida? Que se quede con la otra estúpida, allá él.
Se levantó de la banca y se fue dando grandes zancadas hacia los ascensores. Tuve que correr detrás de ella.

La primera persona que vimos cuando llegamos a la sala donde teníamos clase, fue a Pame.
—¿Y ustedes flojazas? ¿Dónde andaban?
—Matando el tiempo en el patio —le respondí rápidamente—. No teníamos ganas de entrar.
—No se han perdido de nada interesante la verdad, esto está como para dormir a la mitad de la población mundial.
Entramos a la sala y nos sentamos en las butacas del final, en donde Dani y Er nos tenían asientos guardados.
Después de saludarlos nos sentamos, y escuché a Lore dar un pequeño bufido.
—¿Qué? —Me giré para mirarla—. ¿Qué pasó?
—Es que la miro y me hieeerbe la sangre. —Habló con los dientes apretados, su ojo derecho tiritando—.  Te juro que podría ir y golpearla, de verdad que sí.
—Pero no lo vas a hacer. —La afirmé de la manga de su chaleco para evitar cualquier problema—. Eso solo serviría para que ella se sienta más cosa de lo que es.
Mi amiga cerró los ojos por unos segundos y cuando los abrió, parecía más calmada.
—Estúpida —dijo entre dientes.
Me reí y sacudí la cabeza.
—Gran tonta.
Comenzó a reír ella también y se relajó completamente, no volvió a atravesar con la mirada a Rossy.
Nos quedamos conversando entre susurros cuando comenzó la clase, hablando de todo y de nada, tratando de mantener su mente alejada de la noticia que le había dado.
Pero la distracción no me duró mucho tiempo, porque en medio de la historia de Lore de su salida de la noche anterior con Daniel, mi celular vibró en mi bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla para abrir el mensaje y me desconcentré por completo.
—Chia, ¿qué pasa?
No le dije nada, solo pude levantar el celular y mostrarle el mensaje.
Se acercó y entrecerró los ojos para leer.
—¿Quién quiere verte? No tienes ese número guardado.
Pero daba igual que no lo tuviera guardado, ese número lo conocía de memoria.
—André —le dije, apretando la tecla “responder”—, él quiere verme.
—¡¿Qué?! —La palabra le salió en un grito ahogado—. ¿Por qué quiere verte? Le vas a decir que no… ¿Cierto? —Me miró fijamente cuando no lo negué—. ¿Chia?
—No sé para qué quiere hablarme Lore, le dije que no quería que me volviera a buscar. ¿Y si es algo importante?
—Da igual Chiara, tú no vas a hablar con él.
—Pero…
Me quitó el celular de las manos y apretó “cancelar” para el mensaje que le estaba escribiendo.
—No le vas a responder nada y no vas a hablar con él. ¡Cuarentena! ¿Me has escuchado? Ni tú ni yo volveremos a contactar a esos hombres del infierno.
Me encogí de hombros y me guardé el celular en el bolsillo del pantalón.
Treinta minutos después, cuando Lore no aguantó más el aburrimiento y se quedó dormida apoyada en el hombro de Er, le respondí a André de todas formas.
Salgo de clases a las cuatro, ¿nos juntamos en el centro?
Quince segundos después, me llegó su respuesta.
No, te voy a buscar a la Uni. Espérame.

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