7 de noviembre de 2012

Treinta y tres


“Cambia, todo cambia.”

Dani no me dijo nada, simplemente levantó su ceja y se dio vuelta para poder mirar libremente a Daniel.
—No lo mires.
Dani enarcó una ceja.
—¿Tiene dueña?
—Ni idea. —Me lo pensé—. Esta es segunda vez que lo veo.
—Yaaaa… —Giró su cabeza casi imperceptiblemente—. ¿De dónde lo conoces?
—Por más cliché que suene, lo conocí en el bus cuando iba al consultorio. —Inevitablemente me acordé de André. Recordé que Daniel tenía el mismo olor que él y exhalé un suspiro.
—Interesante.
Mi amiga se quedó callada y yo seguí disfrutando de la música, no sin percatarme que cada cierto tiempo, Dani miraba intrigada hacia donde estaba Daniel.
Me reí bajito de mi amiga, pero me obligué a no decirle nada a Dani. Si le daba espacio para que me preguntara cualquier cosa de Daniel, aun sabiendo que no lo conocía nada, me iba a pedir que nos sentáramos con ellos. Lo último que necesitaba era sentir el olor de André rondándome la cabeza.
Me concentré en la música, dejé que me relajara y me llenara por completo. Me olvidé de dónde estaba, con quién estaba, todo. Simplemente era consciente de que la música vibraba en mi pecho.
—¿A quién está mirando Dani? —me preguntó Lore.
Salí de mi burbuja y miré a Dani. Estaba pegada mirando a Daniel y él la miraba de reojo, con cara de asustado. Va a creer que es una psicópata.
—Daniel —le dije encogiéndome de hombros.
—¿Quién demonios es Daniel? ¿Y por qué te saludó antes? ¿De dónde lo conoces? ¿Ah?
Ya decía yo que te habías aguantado mucho tiempo el interrogatorio, pensé. Me extrañó que Lore no comenzara a preguntarme quién era cuando se alejó de nuestra mesa, pero sabía que tarde o temprano lo haría.
—Una pregunta a la vez amiga, me aturdes. —Tomé aire—. Lo conocí en el bus un día que iba al consultorio.
—¿Una vez y te viene a saludar? ¿Segura?
Comencé a doblar una servilleta que tenía cerca.
—Puede que me haya pedido mi teléfono. —Lore movió su cabeza incrédula—.¿Qué?
—Levantas una piedra y aparece un hombre que se interesa en ti. Voy a tener que rosearte con un repelente.
Me dio la risa tonta, esa contagiosa, y Lore comenzó a reírse conmigo.
—¿Le diste tu número? —me preguntó cuando pudimos respirar tranquilas.
—Nop.
—Ok.
Nos volvimos a quedar calladas, entreteniéndonos cada cierto tiempo viendo como miraba Dani a Daniel.
—Amadas mías —nos dijo Ernesto en un momento—, mi precioso novio me está esperando afuera, así que las abandono. Y nos raptamos a esta dama —dijo apuntando a Pame.
—¿Qué? ¿Por qué? —le dijimos al mismo tiempo Lore y yo—. ¡Dile que no sea antisocial y que venga a disfrutar! Y tú Pame, ¿por qué te vas?
—Diego me envió un mensaje para que nos juntáramos —dijo sonriendo. Diego era su novio, llevaban casi un año juntos—. Lo siento —dijo encogiéndose de hombros.
—Par de fomes macabeos, no sirven —les dije haciendo un puchero—. Mueven sus traseros fuera de esta sociedad de solteronas.
—Dijo la envidiosa. —Ernesto me apuntó con un dedo—, todo porque yo tengo alguien que me hace cosas y a ustedes no.
—¡Asco, asco, asco! —dijo Lore riéndose. Definitivamente la imagen mental que se había formado en mi cabeza no era… apta para todo público—. Ya, anda, vete a hacer cochinadas a otra parte.
Er lanzó un beso al aire para cada una, tomó la mano de Pame, y se fueron.
—Bien —dijo Dani. La miré con cara de pregunta—. Tenemos dos asientos libres.
—¿Y?
—Que nos vienen como anillo al dedo Chia. —Miró hacia la mesa de Daniel y seguí su mirada y entendí que es lo que quería.
—No Dani, no.
—¿Por qué no? Quedaron ellos dos solos, no podemos dejarlos ahí, abandonados.
—Están bien así como están.
—Chia, no nos van a morder o algo por estilo —me dijo Lore—, invítalos.
—¿Por qué no los invitas tú? —le dije enojada. No quería tener el olor de André cerca. No, no, no.
—Porque tú los conoces, no yo.
Buen punto.
Miré hacia la mesa de Daniel, dividida entre querer invitarlo y no querer sentir su olor cerca. Al final, ganó la parte que quería conocerlo más.
—Ya voy.
Dani me miró radiante y Lore levantó sus pulgares hacia arriba.
Reticente me levanté de la mesa, y caminé arrastrando los pies hasta su mesa. Cuando me vio acercarme, Daniel se sentó recto y puso se le dibujó una sonrisa.
—Hola.
—Hola de nuevo.
Me quedé parada ahí como un maniquí: un maniquí que no sabía que hacer con las manos y al que comenzó a temblarle el labio inferior de nervios. Ridículo. Chiara, contrólate
Yo era tímida, pero siempre lo llevaba bastante bien. Que mis dos amigas me hubiesen enviado a “cazar” a dos machos, no ayudaba para nada a controlar la timidez. En nada.
—¿Qué pasa?
Perfecto Chia, quédate mirándolo como tonta.
—Ah, es que mis amigas —apunté hacia la mesa en la que estábamos—, preguntaban si querían sentarse con nosotros.
Su sonrisa se ensanchó aún más.
—¿Quieres tú que nos sentamos con ustedes?
Me lo pensé. ¿Quería que se fueran a sentar ahí? La única razón que tenía para no llevarlo cerca de mí, era por su olor, su maldito olor. El resto me daba lo mismo. No lo conocía para nada y sería entretenido entablar conversación nueva con alguien.
—Seguro —le dije sonriendo—, vengan.

Una hora después las cosas estaban así: Dani besuqueándose con el amigo de André—lo que me sorprendió un poco, porque pensé que ella estaba mirando a Daniel, cuando en realidad, todo este tiempo estuvo mirando a Martín, el amigo—y Lore hablando hasta por los codos con Daniel.
Esto era un cambio bastante… positivo, por decirlo de alguna manera. Lore hablaba y hablaba y cada vez que Daniel le decía algo gracioso, ella se reía con ganas, como hace mucho tiempo no la veía reírse.
Yo me había quedado picoteando de una conversación y de la otra, más interesada en cómo se desenvolvía Lore con él. Me picaba la curiosidad de qué estaba pasando por la cabeza de mi amiga ahora. ¿Lo estaría comparando con Pato? ¿Preguntándose por qué estaba conversando con él y no, no sé, lamiendo sus heridas?
Media aburrida de no tener a nadie a quien molestar por temor a romper las burbujas que se habían formado, me acerqué casi imperceptiblemente a Daniel, sólo para comprobar si seguía oliendo a André, o me lo había imaginado todo.
Nada, no había nada. O bien, el cigarro, el olor a alcohol, a noche de juerga, eliminaba cualquier rastro, o yo era una paranoica y él jamás olió como André.
Ojalá algo lo borrara así, pensé. No algo que lo borrara por momento, como podía ser ahora, no algo que lo aplacar. Sino que quería algo, que pasara algo, que lo eliminara por siempre. No todo de él, no, las cosas buenas siempre sirven, siempre sacan sonrisas aún en los momentos más tristes. Yo necesitaba que el dolor se fuera, la rabia, la impotencia, necesitaba todo eso fuera.
Volví a exhalar otro suspiro —el número 500 de la noche—, cuando sentí que mi celular vibró una vez en mi bolsillo. Lo saqué para ver de quién era el mensaje. Era de Joaco.
¿Estás durmiendo?
No le respondí, no quise hacerlo. No podía.
Miré hacia mi izquierda, para ver que Martín le susurraba cosas en el oído a Dani y ella sonreía, encantada. Giré la cabeza a mi derecha, para ver cómo iba Lore. Cómo iba Daniel.
Abrí los ojos sorprendida cuando, después de mirarlos por unos segundos, me di cuenta de que Lore estaba con el interruptor de coqueteo activado, en todo su esplendor. Y por lo que veía de Daniel, incluso sin conocerlo, podía decir que él también.
Lore sacó su celular, y vi como tecleaba algo que Daniel le decía. Luego, Daniel saco su celular que tenía la pantalla encendida, Lore apretó un botón en su teléfono y la pantalla del teléfono de André se fue a negro. Me acerqué un poquito más a ellos.
—Ese es mi número —le dijo Lore con una sonrisa.
—Gracias. —Él guardo su número en la memoria de contactos, guardó su celular, y siguió hablando con ella. Haciéndola reir a carcajadas.
Yo, por mi parte, sonreí satisfecha. Eso era perfecto, y lo único, o mejor dicho, en el único en el que pude pensar fue en Pato. Cuidado querido Pato, parece que te llegó competencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides que los escritos se nutren de tu opinión. Ya sea que te guste lo que está escrito o no, me importa saber lo que piensas.
Sólo recuerda hacerlo siempre con respeto :)