4 de noviembre de 2012

Veinticuatro


“Este tu debut, tu despedida.”

Me quedé mirándola con cara de escepticismo, como si me estuviese hablando en un idioma que yo no conocía.
—¡¿ES QUE ACASO ESTÁS SORDA?!
Parpadeé y la miré, tratando de buscar las palabras. Mi cuerpo entero estaba paralizado al igual que mi lengua, paralizado de miedo. Ella se veía gigante a mi lado, gigante y enajenada.
—Yo…
—¿Tú qué? ¿Me vas a decir que él te buscó? ¡Eres una estúpida!
Levantó su mano para golpearme de nuevo pero me moví en el último minuto y su mano pasó rozándome.
—Yo no he hecho nada —le respondí en un susurro—.Yo pensé…
—Oh, ¿piensas? —Me miró sarcásticamente y comencé a temblar. Se acercó hasta casi golpearme con su cuerpo—. NO.TE.VUELVAS.A.ACERCAR.A.MI.NOVIO.
Se dio media vuelta y salió del pasillo hacia la escalera.
Ella se fue y las lágrimas me nublaron la visión. Nadie dijo nada, había un silencio absoluto en el pasillo.
A lo lejos escuché como cada profesor pedía a sus alumnos que entraran a sus respectivas clases. Mis rodillas flaquearon y tuve que sostenerme de una de las paredes.
—¿Chia? —Levanté mi cabeza para ver a Ernesto mirándome con cara de preocupación extrema—. ¿Qué fue todo eso?
Comencé a sentir como un pitido sonaba en mis oídos, se me nubló la vista y esta vez no fue por las lágrimas, sentí como se movía todo lo que veía.
Antes de que pudiera responderle a mi amigo, me desmayé.

Cuando abrí los ojos mi cabeza me dolía muchísimo. Me llevé una mano al lado izquierdo de mi cráneo sólo para darme cuenta de que tenía una hinchazón enorme. Solté un gemido.
—¿Chia?
Giré mi cabeza para ver que Ignacio estaba sentado a mi lado. Abrí los ojos lo máximo que podía y casi le grité.
—¿Qué haces tú aquí?
Sus ojos me miraron con pena, como si esperara que lo recibiera con los brazos abiertos o algo así. No es que no lo quisiera, lo quería, no como antes pero si como un amigo, pero verlo aquí había sido desconcertante.
—Vi la escenita desde mi sala. —Cerré mis ojos ante sus palabras. Los recuerdos de lo que había pasado me golpearon fuerte y sentí como mi corazón comenzó a sangrar por dentro—. Cuando te desmayaste fui corriendo a buscarte porque aunque esto —hizo un circulo como abarcando todo el campus—, esté lleno de profesionales de la salud, todos se quedaron pasmados viéndote en el suelo hasta que salieron de su ensimismamiento—. Me miró con ojos tristes—. ¿Cómo te sientes?
Me encogí de hombros, no le dije nada.
Soltó un suspiro pesado, casi molesto y se levantó.
—Pame está esperando afuera, iré a decirle que entre.
Se fue arrastrando los pies, como si fuese una verdadera tortura para él salir de aquí. Podríamos cambiar puestos y que él sintiera lo que yo ahora, a ver si aún podía caminar después de eso.
—¡Chia!
El grito de Pame retumbó en mi cabeza.
—Baja la voz —le dije en un susurro.
—Amiga, ¿cómo estás? ¿Te duele algo? —Se sentó en la silla a mi lado y siguió hablando—. No puedo creer lo que pasó, ¿cómo se le ocurre a esa loca venir aquí a decirte esas cosas? Enferma de la mente, n…
Levanté la mano para hacerla callar. Lo que menos quería ahora era hablar de eso.
Había llegado al punto en que respirar volvía a doler. Sólo de recordar como había estado hace unos meses me daba pánico, saber que estaba en camino de quedar así de nuevo, me aterrorizaba.
—Necesito mi celular.
—Ah, claro.
Pame se levantó y sacó mi celular del bolso que estaba en uno de los estantes. Me lo entregó reticente, sabiendo a quién iba a llamar. Me senté en la cama y estiré la mano para recibir el teléfono.
—Amiga, ¿no crees que será mejor que hablen en persona?
—No. —Abrí mi teléfono y marqué su número—. Necesito aclarar esto ahora, Pame —La miré con los ojos llenos de lágrimas—. ¿No me entiendes? Me estoy ahogando ahora mismo. Necesito saber si de verdad sigue con ella o a esta tipa sólo le dio un ataque de posesión y vino a desquitarse conmigo.
Puse el teléfono en mi oreja mientras sentía mi corazón latiendo a cada tono de marcado que daba el celular. Necesitaba desesperadamente escuchar su voz diciéndome que era todo una mentira, una broma, que él me quería a mí. Pero algo me decía que no era eso lo que iba a escuchar.
No contestó su teléfono. Lo llamé treinta veces, Pame me dijo que eso me hacía ver desesperada pero no me importó, el aire salía corriendo de mis pulmones y yo lo necesitaba a él para respirar bien. La noche anterior me parecía a años luz de distancia, como si hacía semanas, meses que no tocaba su cuerpo. Me estaba entumeciendo de pies a cabeza.
A la llamada número treinta y uno tampoco contestó; esta vez, desvió la llamada.
Me quede congelada con el teléfono en la oreja.
Cerré el teléfono dándome por vencida. Pame me miró con cara de lástima.
Abrió su boca para decirme algo, pero el sonido de su voz quedó silenciado por el timbre de mi teléfono. Miré la pantalla, el nombre de André y una foto nuestra se mostraban en ella.
Con manos temblorosas abrí el teléfono, tomando aire como una manera de darme coraje.
—¿Aló?
—Amor. —Sonaba aliviado—. ¿Qué pasa? Tengo un millón de llamadas perdidas tuyas, me asustaste.
Su voz envió escalofríos por todo mi cuerpo, todos ellos avisándome que el fin de todo estaba a sólo palabras de distancia. Saqué valor del fondo de mi cuerpo, de donde pensaba que ya no quedaba nada.
—¿Es verdad…  —comencé a decirle en un susurró, controlando mi voz lo mejor que pude—, es verdad que... —Tomé aire, mi garganta comenzaba a cerrarse. Terminé la frase en un susurró—, que aún estás con Macka?
Escuché claramente como el aire se quedaba atrapado en su garganta y un silbido de sorpresa salía de sus labios. Esa era precisamente la confirmación que sabía que tendría, aunque deseaba con toda mi corazón que negara todo.
—Chia, yo…
No pudo terminar la frase, ¿qué podía decirme? ¿Lo siento por mentirte dos meses? ¿Por hacerte quedar en vergüenza frente a toda tu Uni? ¿Por romperte el corazón en mil pedazos de nuevo? No creía que fuera a pedirme perdón por nada, la verdad.
—Es verdad. —No fue una pregunta, se lo dije como una aseveración.
—Chia, puedo explicártelo, yo…
—No. —Las lágrimas comenzaron a caer silenciosas por mi cara y tuve que ahogar un sollozo que amenazaba con salir—. Da lo mismo, no quiero escuchar nada.
Cerré el teléfono de golpe y lo apagué. No creía que tratara de llamarme de nuevo, pero era mejor prevenir que lamentar.
En silencio, Pame se sentó a mi lado en la cama y me rodeó con sus brazos.
Y yo, una vez más, me rompí en mil pedazos, segura que ahora no iba a poder juntarlos. Esto dolía más que cualquier herida interna, más que cercenarse un brazo, incluso más que cuando terminé con Ignacio.
La vista se me nubló, veía todo borroso, las caras, todo. No oía nada, lo único que escuchaba eran mis propios sollozos desesperados.
Me quedé dormida apoyada en los brazos de Pame.
Fui consciente de que me movieron de la enfermería, fui consciente también de que el que lo hizo fue Ignacio pues su olor me llenó, escuché voces susurrantes a mi alrededor, comentando la escena que presenciaron en el pasillo supongo, recuerdo que me sentaron en la parte trasera de un auto y, como si todo estuviese repitiéndose de nuevo, me apoyé en las piernas de alguien, no Lore esta vez, sino Pame, mientras me calmaban haciéndome cariños en la cabeza.
***
Cuando llegué a mi departamento, incluso antes de que me bajara del auto, supe que él estaba ahí. Llámenlo intuición, corazón roto sabihondo, o lo que sea, pero todo mi cuerpo se puso alerta sabiendo que cuando me bajara él estaría ahí afuera. Además, Ignacio me lo confirmó.
—¿Qué mierda hace este aquí? —masculló mientras abría la puerta del auto y se bajaba.
Me levanté lo suficiente como para poder mirar por la ventana, mientras Pame miraba hacia la entrada del edificio con ojos de odio.
André estaba apoyado en uno de los pilares, con el ceño fruncido viendo a Ignacio caminar hacia él. Desde dónde estaba no escuchaba qué se decían, sólo veía gestos y podía intuir la tensión que los rodeaba.
Harta de quedarme en el auto viendo como se medían a palabras, me di la vuelta y abrí la puerta para salir.
—Eh, Chia, ¡espera!
Pame bajo del auto también y me agarró del brazo impidiendo que siguiera avanzando.
—No, amiga, no vas a hablar con él.
La miré sin comprender nada. No quería hablar con él, lo único que quería era golpearlo hasta que mis puños se rompieran. Necesitaba sacar la rabia y la pena que tenía dentro antes de que me consumiera.
Me solté con fuerza de su agarre y caminé rápidamente hacia el pilar atrayendo instantáneamente la mirada de André que me miró con ojos de sufrimiento.
—¡Te odio! —le grité cuando llegué a unos pocos pasos de él.
Sus ojos se abrieron a todo lo que daban y le tembló el músculo de la mandíbula. Ignacio se giró para verme, confundido, mientras yo daba un paso más adelante estirando mi brazo, dispuesta a liberar mi dolor en André.
—Eres el peor hombre que….
Estiré mi mano hacia André, pero Ignacio me tomó de la cintura y me apartó de él.
—¿Qué mierda? ¡Suéltame Ignacio! —le dije llorando—. Se lo merece, ¡suéltame!
André me miraba como si fuese primera vez en su vida que me veía. Debía verme como una verdadera loca, pero no iba a parar, goleándolo podía tenerlo cerca sin sentir que me moría.
—Chia, para, estás haciendo el ridículo —me dijo Ignacio entre dientes.
Fulminé a André con la mirada mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. Ignacio me soltó y me puso delante y muy cerca de él, en caso de que tuviera que agarrarme de nuevo.
André dio un paso vacilante hacia adelante y me quedé inmóvil en donde estaba.
—Chia, por favor, ¿podemos hablar?
—¿Quieres hablar? ¡Hablar! —Un horrible sollozo salió de mi pecho—. Me dijiste que habías terminado con ella, me dijiste que me querías, ¡Te acostaste conmigo! —Sentí como Ignacio se ponía tenso ante mis últimas palabras—. Te pedí que no me hicieras daño. —Se me quebró la voz—. Te lo pedí —le dije en un susurro. Tomé aire—. ¿Sabes lo que hizo tu noviecita? —Negó con su cabeza y yo seguí hablando—. Fue a buscarme a la Uni, me llamó con todos los peores nombres que se te puedan ocurrir, me abofeteó y me dejó en vergüenza en frente de un millón de personas. —La rabia comenzó a crecer dentro de mí de nuevo—. ¿Te importé alguna vez André?
—Por supuesto que sí, mi niña. —Mi llanto se incrementó aún más cuando me llamó así—. Me importas pequeña, mucho. Por favor. —Dio un paso más hacia mí hasta tomar mis manos—. Déjame explicarte.
Sentí como me flaqueaban las rodillas, como mi decisión de patearlo hasta que me cansara se reducía a un mínimo, como mi amor por él crecía cada vez más. Pero esta vez no sólo me había roto el corazón, me había humillado también. Yo no podía seguir siendo una mujer ingenua y manipulable. Esta vez no se merecía poder explicarse, los hechos hablaban por sí solos.
—No. —Tiré mis manos de su agarré y me moví lejos de él.
Se quedó mirándome como si de verdad le costara procesar mis palabras, como si hubiese estado seguro que con sólo un tronar de sus dedos yo volvería corriendo a sus brazos. Estaba muy equivocado.
Corrí hacia la entrada del edificio sintiendo como André corría detrás de mí. Me giré en seco y lo encaré, con suerte logró detenerse y no chocar contra mí.
—¡NO! ¡Déjame en paz!
—Mi niña por fav…
—¡No me digas así! —Más lágrimas caían de mis ojos—. NO.QUIERO.VOLVER.A.VERTE —le dije gritando tan fuerte que pensé que mis cuerdas vocales se rompían—. ¡Nunca!
Supe que esta vez ya no me seguiría por lo que no corrí. Caminé hasta entrar al recibidor de mi edificio, dónde el conserje me miraba con cara de miedo. Pasé de largo hasta los ascensores donde me desplomé contra una de las paredes mientras las puertas se cerraban.
Mi corazón sangró por dentro como nunca lo había hecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides que los escritos se nutren de tu opinión. Ya sea que te guste lo que está escrito o no, me importa saber lo que piensas.
Sólo recuerda hacerlo siempre con respeto :)