7 de noviembre de 2012

Treinta y nueve


“Tanta claridad.”

Esperé a que fueran las doce de la noche en punto para poder llamar a Lore. Podía estar todo lo enredada que quisiera, pero no había forma de que olvidara el cumpleaños de una de mis mejores amigas.
Tomé mi teléfono, marqué su número y lo puse en mi oído. Sonó cinco veces antes de que contestara.
—¿Aló?
—¡FELIIIIIIIIIIIIZ CUMPLEAÑOS LOREEEEE!
Lore se rió y escuché a su mamá preguntándole quién la llamaba. “Es Chia”, le escuché decir.
—¡Gracias, amiga! No sé por qué, pero pensaba que te iba a encontrar tocando el timbre de mi casa cuando dieran las doce.
Bufé.
—No puedo hacer lo mismo todos los años, perdería la magia.
—Pero podría ser una tradición. Imagínate: todos los años compartiendo un hermoso pastel de chocolate conmigo, tu mejor amiga de toood…
—No te quieras tanto, Lorena. Te hace mal —le dije riendo—. ¿Te han saludo ya tus papás?
—Estaban cantándome cuando tú me llamaste. Mi mamá no dijo nada porque eras tú, de ser otra persona, me habría hecho colgar por “interrumpir” el momento familiar.
Me reí. Me imaginaba a su mamá con cara de ogro, riñéndome por llamar a estas horas aunque fuera el cumpleaños de Lore. Estaba criada en la vieja escuela y por lo tanto, sus maneras eran… un tanto anticuadas y estrictas.
—Me lo imagino. ¿Estás lista para mañana?
—Preparada para lanzar la casa por la ventana, por supuesto. —Se rió—. Adiós inhibiciones, adiós control.
—Suenas como si fuéramos a formar una orgía algo así.
—Quién sabe amiga, quién sabe.
Me reí, apretando mi estómago con la mano, presa de un ataque de risa.
Después de conversar un rato más poniéndonos de acuerdo para su fiesta, colgamos.
Lore estaba planeando hacer una fiesta de la que, bajo sus palabras “nadie nunca se olvidaría”. ¿Cómo había convencido a sus papás de hacer una cosa así? Ni idea, pero entre las muchas cosas que nos habían pasado, nos merecíamos una fiesta de aquellas.

Desperté muy temprano, con el sonido de mi celular pegado en mi oído. El primer pensamiento consciente que tuve fue es él, pero lo descarté de inmediato porque sabía que él estaba esperando que yo fuera a verlo y que no se acercaría a mí hasta que yo estuviera decidida a hacer algo.
Podría echar raíces…
Cuando miré la pantalla, me costó procesar unos segundos.
¿Pato?
—¿Aló? —dije con voz media adormilada.
—Chia, hola. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Cómo estás?
—Bien, hasta hace cinco segundos cuando me despertaste. ¿Qué pasa?
Se quedó callado y no dijo nada por mucho tiempo. Se me empezaron a cerrar los ojos de sueño.
—¿Crees que puedo… llamarla hoy?
Directo.
—De poder, puedes. Pero, ¿crees que eso haría algún bien?
—Quiero llamarla.
—Entonces llámala, Patricio.
—¿Crees que va a contestarme?
—La verdad, te mereces que no te conteste, pero no creo que haga eso.
—¿Crees? —Había esperanza en su voz y me enfadó escucharla. Él no tenía derecho ni siquiera a hablarle. ¿Es que no entendía nada? Los hombres podían ser muy brutos.
—No lo sé. —Quería decirle que Lore pensaba avanzar, estar con alguien más, hacer que le doliera un poquito, pero algo me decía que era una mala idea hacer eso. Era entrometerse demasiado.
Suspiró.
—No voy a ir hoy a verla, a su fiesta, digo. Pero si la voy a llamar. Se siente raro no hacerlo.
—Tú eres el único culpable de eso, Pato. ¿Sigues con Rossy?
—Sabes que sí, Chia.
—Eres taaan tonto. —Me mordí el labio—. ¿Algo más?
—No. Duérmete. Nos vemos. Cuídate.
—Sí, sí. Chau.
Después de que corté la llamada, me quedé un rato mirando el techo, pensando en lo cambiada que estaba Lore y en lo que me había dicho ayer.
Cerré los ojos, fuerte y el corazón me empezó a latir a lo loco.
“Si yo me arriesgo, tu también puedes”.
La creía capaz de tirarse de cabeza con Daniel, la conocía y sabía que una vez se le metía algo en la cabeza, lo que fuera, lo hacía. Y la entendía. Después de todo, a las dos nos habían hecho daño.
Suspiré.
Lo único que esperaba era que Daniel no fuera para ella lo que fue para mí André. Si era así… la iba a pasar mal.

Mi mamá llegó al poco rato de su turno de noche, con bolsas bajo sus ojos y sus arrugas marcándose más que de costumbre. Sus ojos estaban rojos y supe que no era por el sueño.
No quise preguntarle, me dio miedo escuchar lo que podía decirme. Que mi mamá llorara era extraño. Malo. Que mi mamá llorara era porque el mundo se le estaba cayendo encima.
Le hice un té e hice que se acostara. La arropé con una manta y le di un beso en su sien, como si ella fuera mi hija y no mi mamá. Se acurrucó, las rodillas muy cerca de su pecho y vi como le temblaba el labio.
Salí corriendo de la pieza antes de que me dijera algo.
Tomé el teléfono de la casa y llamé a mi hermana. Ella siempre sabía qué hacer en situaciones como esas.
Me contestó Joaco. Cuando dije su nombre, mi corazón se apretó y luego comenzó a bombear con latidos irregulares, como si estuviera condicionado a que cada vez que escuchara su nombre, aun cuando no fuera por nombrarlo a él, tenía que agitarse como un colibrí en vuelo.
Cuando mi hermana se puso al teléfono, no me fui con rodeos.
—¿Sabes que le pasó a la mamá?
Cata me contestó en un susurro—: Sí.
Mi cuerpo entero se congeló. Me imaginé lo peor.
—¿Qué pasa? Llegó a la casa y…
—La mamá tenía una pareja, Chia. Roberto falleció anoche.
¿Qué
—¿Cómo? —¿Por qué yo no sabía eso?
—Estaba enfermo hace un tiempo ya. La mamá está mal, Chia.
—Si sé. —¿Cuánto tiempo estuvo con él? ¿Cómo es que nunca me di cuenta?
—No le digas que te conté. ¿Dónde está?
—La acosté en su cama. Se veía… se veía como si de pronto, tuviera veinte años más encima.
—Vamos a ir allá en la tarde. Sé que Lore está de cumple y n…
—¿Crees que voy a salir viendo como está la mamá? ¿Piensas que no tengo ni un poquito de consideración?
Cata suspiró.
—Si ella no te contó es porque no quería que te perdieras el cumple de Lore. Yo me quedo con ella hoy y mañana estamos las dos con ella, como en los viejos tiempos.
Viejos tiempos.
¿Por cuánto tiempo me había ocultado mi mamá que tenía una pareja? Nunca vi un cambio… y me asustó pensar que no sabía observar a las personas, ni siquiera a esas a las que más quería.
Si no sabía observarlas… ¿acaso las conocía?
—¿Chia? —No le estaba poniendo atención a mi hermana.
—Disculpa. ¿Qué cosa?
—Nada, ya me estaba despidiendo. Nos vemos más rato.
—Bueno. Nos vemos.
Me quedé en silencio mucho tiempo mirando el teléfono de mi pieza.
Mi mamá riéndose, disfrutando de estar con alguien, de querer a alguien era algo que… que no había estado en mi cabeza por mucho tiempo.
Pero que él ya no estuviera…
Y ni siquiera iba a poder volver a verlo. Nunca. Y no porque ella lo hubiera decidido.
Me enojé conmigo misma. Yo ahogándome en vasos de agua, enredándome en cosas tan simples y ella… ella tragándose todo su sufrimiento, nunca dejando que su rostro reflejara algo… siempre tan dueña de sí misma. Tan… mi mamá.
Se me escapó una lágrima por ella, por no poder hacer nada para ayudarla y sacarle ese dolor de encima. Sentí que mi problema con Joaquín, era ahora como si alguien me hubiera tirado un pelo del brazo. Dolía y era extrañó, pero pasaba después de un tiempo.
El de ella no.

Cuando ya estaba lista para irme al cumpleaños de Lore, entré a la pieza de mi mamá para despedirme.
Seguía en la misma posición, la taza de té que mi hermana le había traído hace dos horas seguía igual, sin beber.
—¿Mamá?
Abrió los ojos de golpe, asustada y una lágrima le cayó por la esquina de uno de ellos.
Respiró profundo.
—¿Te vas ya?
—Sí.
La miré y la vi tan pequeña, tan frágil, que no pude aguantarme.
Me subí a la cama y gateé hasta donde estaba ella, me puse a sus espaldas y la rodeé con los brazos y pegué mi frente a su espalda. La sentí sollozar contra mí y mi corazón se apretó tanto que dolió.
—Te amo mamá —le dije en un susurro.
Me quedé un ratito más con ella hasta que sentí que se durmió. Le di un beso en la frente y me levanté.
La miré dormir como miran los papás a sus hijos y cuando sentí mis emociones todas revueltas y mis sentimientos de cabeza, salí de su pieza.
Me despedí de mi hermana, de Rodrigo y de mis sobrinos y me fui a la casa de Lore.
Todo el viaje en el bus sentí mi corazón al aire, como si todos pudieran verlo y decirme “oye, mira, veo como late, como siente, como sientes”.
Me sentía expuesta y daba miedo.
Y cuando llegué a la casa de Lore —respirando profundamente con cada paso que daba—, fue aun peor. Porque lo primero que vi, fue a él.
Y mi corazón saltó hasta mi boca, me temblaron las manos y me quedé de piedra en donde estaba.
Ahí estaba él y mi corazón lo estaba anhelando.
Desde siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides que los escritos se nutren de tu opinión. Ya sea que te guste lo que está escrito o no, me importa saber lo que piensas.
Sólo recuerda hacerlo siempre con respeto :)